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Martes 13 de julio de 1999


MENSAJE
No siempre las canas traen sabidur�a

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Redacci�n
Cr�tica en L�nea

El romance se acab� - manifest� Harry Bidwel l-. Las mujeres s�lo traen problemas. Enamorarme fue el peor error de mi vida.� Estas palabras amargas salieron de su boca con desenga�o y desilusi�n. Y d�ndole vueltas a su anillo de matrimonio, y pregunt�ndose por qu� se hab�a casado, se encamin� al tribunal.

Habl� largo rato con el juez, y el juez, despu�s de escuchar sus argumentos y los de la esposa, les concedi� el divorcio. Todo esto ocurr�a en Brighton, Inglaterra. Lo notable del caso es la edad de Harry, ciento un a�os, y la de su esposa Lucy, cincuenta y ocho. �Viv� noventa y dos a�os como soltero. Fue una locura casarme a esa edad�, concluy� Harry Bidwell, que es hasta ahora el hombre m�s viejo que ha acudido a los tribunales para divorciarse.

Podr�a decirse que a los noventa y dos a�os de edad es poco lo que puede disfrutarse de un matrimonio. Y puede decirse que cuando no hay hijos, el matrimonio no se consolida. Puede decirse tambi�n que a semejante edad, noventa y dos el novio y cuarenta y nueve la novia, los caracteres ya est�n muy fosilizados y no hay manera de congeniar.

Pero �qu� de los matrimonios j�venes? �Qu� de los que empiezan su vida con ilusiones de matrimonio eterno? �Por qu� se divorcian ellos?

La causa m�s com�n que alegan los j�venes es la incompatibilidad: �No podemos llevarnos bien. No congeniamos. Ninguno de los dos quiere ceder. Peleamos continuamente. No podemos seguir as�.�

Surge, por supuesto, la pregunta: �Existen acaso dos personas en el mundo entero que tengan gustos id�nticos? La respuesta es: �No.� Pero �es necesario que la incompatibilidad de caracteres destruya toda uni�n?

La verdad es que no existen dos personas con los mismos rasgos o intereses. Nadie puede hacer su car�cter compatible con el de otro. Todos venimos de trasfondos diferentes. Y todos traemos diferencias cong�nitas. Si por incompatibilidad no pudiera haber felicidad, ning�n matrimonio ser�a jam�s feliz.

Pero cuando Cristo es el Se�or de cada c�nyuge, �l amolda las almas, suaviza las diferencias, aplaca la rebeld�a, conforma las intransigencias, ablanda los corazones y reconcilia los caracteres. Aquellos para quienes Cristo es Se�or, con todo y caracteres diferentes, cosa que siempre existe, logran vivir en paz, en comprensi�n, en tolerancia y en amor.

Hagamos de Cristo, entonces, el Se�or de nuestro matrimonio, de nuestro hogar, de nuestra familia, de nuestra vida entera. �l har� que nuestro matrimonio sea feliz.

 

 

 

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