Martes 23 de julio de 2002

 

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  OPINION

EDITORIAL
Escalada de violencia

Seis asesinatos en un fin de semana. Ya van 120 en el área metropolitana en menos de siete meses del año. Esas frías estadísticas revelan lo preocupante de la situación que se vive en Panamá.

Un sujeto mata a un humilde empleado del Instituto de Acueducto y Alcantarrillados Nacionales (IDAAN), porque se negó a surtirlo de agua; una mujer asesinada a otra por una tontería: el resultado adverso de un juego de voleibol.

Los panameños están perdiendo la tolerancia. Un exjefe de policía exclamó su temor de que el país se esté "colombianizando". Cada día se cometen hechos atroces que antes sólo se conocían por los despachos internacionales de prensa. Hoy, los asesinatos son hechos cotidianos.

Las calles son peligrosas. Hay una escalada criminal que nadie puede detener.

Los sicarios, que antes llegaban de Colombia, ya se han nacionalizado. Ahora son los propios panameños inmersos en las bandas del patio, los que comandan las ejecuciones y el narcotráfico.

Una Fuerza Pública dotada malamente de movilización trata de cumplir su acción preventiva, pero en algunos de sus estamentos no hay mística para cumplir la misión que les asigna la Constitución y las leyes.

Claro está que la Policía no puede saber cuándo se cometerá un asesinato, pero la presencia en las calles, no sólo de la tropa, sino también de los jefes de Area y del Directorio de la institución, puede frenar un tanto la escalada de violencia.

Pareciera que los uniformados han dejado toda la carga sobre los hombros del civil Carlos Barés. Pocos son los miembros del directorio que salen a dar la cara y más bien parecen adoptar la actitud de dejar pasar y esperar con calma la jubilación.

Esa actitud debe cambiar. La población exige mayor acción y eficiencia, sobre todo de los altos mandos, que son los más capacitados para dirigir a los subalternos, debido a sus estudios y experiencia en el ejercicio del cargo.

Hay que reconocer que la mayoría de los policías tratan de cumplir la misión que le encomendó el país e incluso algunos hasta han ofrendado sus vidas en el desarrollo de sus funciones, tal como sucedió el fin de semana con el sargento Oscar De Gracia.

La grave crisis que padece el país, con su creciente desempleo, es otro elemento que influye en la creciente ola de violencia. Mientras más desempleo exista, mayor número de robos, asaltos, prostitución, habrá.

La situación de violencia debe ser atacada por toda la sociedad. El papel preventivo corresponde a la Fuerza Pública, pero hay otras situaciones que inciden en ese mal social, para lo cual se requieren los aportes de la empresa privada y especialistas en la materia.

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