Qué molestoso es escuchar a esos que se la tiran de "yeyés" criticando todo lo panameño. Se burlan de nuestras costumbres, desprecian la comida tradicional y tuercen la boca cuando escuchan la música típica.
Hacen mofa cuando escuchan a una persona hablando con acento del interior, y son de la tesis de que sólo vale la pena ir del otro lado del puente para estar en la playa y cuando llegan los carnavales, pero sólo acompañado por otra gente "yeyé" de la capital.
Y es peor cuando hay que escucharlos hablando sobre que lo mejor está en Estados Unidos y Europa, siempre recalcando que somos un país "subdesarrollado". Nada más vuelven jactarse de sus viajes a España y Argentina. Todo el tiempo están hablando de eso, aunque nadie se lo pregunte.
Hay que poner una cosa en claro. Todos tenemos nuestros gustos, y no es obligatorio que seamos aficionados a la música o costumbres típicas panameñas. Pero debemos tener un respeto por los estilos de vida que nos son extraños.
Por lo general, quienes se salen con estos comentarios no lo hacen con una intención verdadera de humillar, sino que son personas imprudentes y faltas de tacto. En resumidas cuentas, son mete-pata.
En este país hay gente de la capital, hay gente del interior, hay gente de la costa de Colón, hay extranjeros, hay católicos, evangélicos, musulmanes, blancos, negros, indígenas, asiáticos, mulatos y mestizos.
La diversidad en Panamá es tan amplia como en cualquier parte del mundo. Y si hemos logrado ser tan diversos, es porque somos un país tolerante, en el que todos nos respetamos, independientemente de las diferencias culturales.
Saliéndonos con impertinencias como las descritas al inicio, no ganamos nada. Sólo nos hacemos odiosos ante los demás.