Los panameños y panameñas le dejamos toda la responsabilidad de la formación académica de nuestros hijos, a los maestros y maestras en la escuela. Mandamos a los muchachos al colegio, y nos desconectamos de ellos como si no existieran por el tiempo en que en la escuela están.
Cuando llegan a la casa, es la nana la que se encarga de ellos, pues nuestras responsabilidades laborales, o la búsqueda de empleo, nos tienen comprometidos en cuerpo y alma.
No hay respuesta nuestra hacia las necesidades de los muchachos, quienes realmente van solos por el sendero del conocimiento. Solos afrontan los tropiezos, los dolores de cabeza, las frustraciones, los éxitos y fracasos.
Sentarse algunas horas con el hijo o la hija, para resolver un complicado problema de matemáticas, o hacer un dibujito de osos y mariposas, puede hacer que los muchachos vean en el estudio una puerta de salida a tanto aburrimiento, a tanto conflicto con la escuela.
Hay que acompañar a los chicos para que se den cuenta que nos interesan, que no están solos, que no son una hoja en la corriente del río. Son personas que nos importan, y a quienes queremos. |