Muchos chicos se encuentran disfrutando de las merecidas vacaciones de medio año y algunos padres deciden enviar a sus hijos a visitar a sus abuelos. Esta visita no tiene por qué ser una actividad aburrida o monótona
Para deducir qué tan prometedor puede ser este encuentro, sólo hay que observar si abuelos y nietos suelen divertirse juntos durante reuniones familiares o convivencias anteriores.
EMPIEZA LA DIVERSION
En caso de que decidan convivir juntos en vacaciones durante varios días, deben considerarse dos aspectos básicos: que los niños requieren de cierta madurez y autoconfianza para pasar mucho tiempo en un hogar al que no están habituados, y que los anfitriones cuenten con disposición de tiempo y espacio para recibir a los pequeños.
Aunque es común que los niños extrañen a sus padres, tienen que saber que pueden hablarles por teléfono, escribirles o mandarles un correo electrónico, y podrán participar en el proceso de organización y manifestar los posibles temores o ansiedades que genere el encuentro.
CONSENTIRLOS ES LA CLAVE
Si los pequeños se sienten nerviosos al principio, el panorama suele cambiar cuando descubren que sus abuelos se dedican sólo a consentirlos y complacerlos ampliamente, pues cuentan con tiempo y obligaciones distintas que los padres. Además de atesorar la historia familiar y conocer cantidad innumerable de anécdotas divertidas sobre cómo eran papá o mamá, los ancianos disponen de un arsenal de actividades amenas e ingenio que están dispuestos a compartir.
Por ejemplo, pueden tomar papeles, colores, tijeras, botones y algunos pedazos de tela para crear un fantástico teatro guiñol o elaborar engrudo y recortar pedazos de periódico para dar forma a miles de figuras o personajes y enseñar la técnica pacientemente. No falta el abuelo que conozca un poco de música y hasta toque algún instrumento o que sepa de un lugar interesante por donde caminar y el lugar exacto en que se disfrute de comida deliciosa y un chocolate espeso y espumoso.
UNA VENTURA MAS
Estar lejos de casa momentáneamente será una aventura para los chicos, una experiencia de crecimiento que les da la oportunidad de aprender a adaptarse a nuevos ambientes y formas de vida, ganar confianza en sí mismos y adquirir cierta independencia y autonomía para tomar decisiones, pero también permite a los abuelos convivir, mejorar su memoria y elevar su autoestima.
Otra práctica común consiste en que toda la familia pase unos días en casa del abuelo, el mismo lugar que fue el hogar de la madre o el padre hace ya varios años. Esta oportunidad permite incrementar la unidad y convivencia de las distintas generaciones que se encuentran enlazadas por más que un parentesco.
A muchos agradan las pláticas colectivas en las que abuelos y padres rememoran momentos importantes en su vida y así adentran a los más pequeños en historias que pueden servir de enseñanza sobre cómo convivir, enfrentar problemas, miedos u otras situaciones.
Hay dos actividades que pueden ser muy gratificantes si se participa de manera colectiva: una puede ser cocinar y preparar los alimentos, de manera que no sólo se compartan conocimientos, sino que se lleve a la práctica la idea de cooperación y mutua ayuda; otra más, igualmente divertida, es jugar lotería, turista o inventar historias con velas y sombras, de modo que se destaque la importancia de planificar u ordenar un argumento para contar con una estrategia con la cual enfrentar los hechos cotidianos.