La nueva embajadora de Estados Unidos en Panamá ya ejerce oficialmente sus funciones tras presentar ayer sus cartas credenciales ante el mandatario Martín Torrijos. Bárbara J. Stephenson es una veterana en el Departamento de Estado y fue en tierras istmeñas cuando en 1985 inició sus labores en el servicio exterior.
Panamá y Estados Unidos mantienen excelentes relaciones. Las diferencias que se dieron en la década de los ochentas, que incluyó la invasión del 20 de diciembre de 1989, ya han sido superadas. En la agenda hay algunos asuntos pendientes.
El tema de la limpieza de los polígonos de tiros utilizados por el Comando Sur y que fueron revertidos a Panamá contaminados con explosivos sin detonar, es un compromiso que no ha sido honrado por la mayor potencia del mundo.
Todavía está pendiente la ratificación por parte del Congreso de Estados Unidos del Tratado de Libre Comercio. Ya Panamá pasó hace más de un año ese trámite y la excusa que se utilizó para no ratificarlo -la elección de Pedro Miguel González como presidente de la Asamblea Nacional de Diputados- ya no existirá a partir del 1 de septiembre.
Ahora vienen otros temas, como la participación de Panamá en la Iniciativa Mérida que impulsa Washington contra el narcotráfico y el terrorismo en México y Centroamérica. Hay que estar claro en conocer cuáles son los propósitos de los estrategas norteamericanos respecto a la seguridad en Panamá.
Hay muchas sospechas de que algunas de las reformas que en materia de seguridad se promueven en Panamá, han sido sugeridas por Estados Unidos. Sin duda que frente a la transnacional del crimen debe haber cooperación internacional, pero esos ajustes deben ser introducidos con el apoyo de la sociedad panameña y no a través de imposiciones de un reducido grupo en el poder.