E l centro de atención del gobierno en esta etapa de su gestión debe ser el Plan Nacional de Seguridad. Si en décadas pasadas, la recuperación del Canal de Panamá y las áreas ocupadas por el ejército de Estados Unidos fueron la religión que nos mantuvo unidos y dio sentido a la nacionalidad panameña, la lucha contra el narcotráfico y los delitos conexos debe convertirse en el dogma de supervivencia de los individuos que integran esta tierra.
Para nadie es un secreto que las acciones llevadas a cabo por el presidente de Colombia, �lvaro Uribe, han alcanzado logros importantes, impensables tan solo hace diez años y entre ellos, la lucha contra la impunidad, la coordinación con los Estados Unidos, la transparencia de todos los procesos y los golpes efectivos contra elementos marginales, sean criminales comunes, traficantes o guerrilleros.
Todas estas acciones en el hermano país han obligado a los malhechores a buscar otros sitios para desarrollar sus actividades ilícitas y Panamá se ha convertido en uno de ellos, como se ha podido comprobar al ser detectados varios capos en nuestro país.
El daño que producen a Panamá y a los demás países este tipo de fuerzas irregulares, guerrillas, paramilitares o políticos corruptos, sumados a las actividades transnacionales del crimen, son más graves que los cometidos por dictadores como Hitler o Stalin y toda la galería de asesinos y psicópatas del mundo.
Vivimos acechados por la droga proveniente de un país donde un paramilitar confiesa con el mayor cinismo haber ejecutado a unos 3 mil de sus paisanos y el asunto no queda ahí porque Centroamérica, la región más violenta del mundo y con el mayor índice de crímenes, también roza con sus tentáculos a la antes muy pacífica nación panameña.
Los panameños debemos llegar a un entendimiento de la situación que se ha tornado urgente. En ese sentido el Plan de Seguridad del Gobierno no debe ser motivo de divisiones ni entre ciudadanos comunes ni entre los políticos, sino más bien una causa común para alcanzar un acuerdo nacional, porque esta es una guerra y se necesitan políticas de Estado y no partidistas.
De acuerdo a la información oficial, las operaciones terrestres marítimas y aéreas se han incrementado porque los bandidos cuentan con equipos sofisticados como submarinos, radares, equipos de vuelo, comunicación satelital, redes de información y otros. No nos sorprende entonces que en Panamá se haya duplicado el consumo de drogas en los dos últimos años.
Mientras crecen las cifras económicas en el país, el narcotráfico genera pobreza, desestabilización, corrupción y muerte; consume y amenaza a la sociedad, al punto de ser el principal causante del segundo tipo de violencia, la familiar.
Es el momento en que todos los panameños debemos hacer causa común para contener la vorágine de violencia que nos amenaza. Sólo con transparencia, luchando contra la impunidad, con el apoyo técnico de países como Estados Unidos y otros países podremos asestar duros golpes contra esta estirpe de malignidad que pretende tomarse el país y atentar contra nuestra identidad nacional.