En los últimos tres años me sorprende el alto crecimiento económico con que Panamá se ha perfilado, y parece que este buen ambiente se mantendrá por algunos años más.
Sin embargo, este supuesto crecimiento no se compagina con la realidad que vivimos los panameños. Cada día observamos cómo incrementan sin cesar los precios de los alimentos, los impuestos y el costo de la energía eléctrica, factores que terminan originando pobreza y extrema pobreza.
Otros de los malestares que nos agobian son el pésimo sistema de salud y transporte, tranques descomunales, ausencia de agua potable en sectores apartados, inseguridad en las calles, el crecimiento de los maleantes de cuello blanco, algunos políticos altamente mediocres y bueno, si sigo mencionando, no creo acabar nunca.
Precisamente, hace escasamente unos días tuve el disgusto de escuchar a un alto funcionario del MIDA aconsejar al pueblo que, en virtud del costo elevado de algunos productos, se hace necesario optar por alimentos sustitutos, es decir, que si antes tenía acceso a comprar ciertas verduras o vegetales, simplemente ya no podremos consumirlos, nos "van a joder". Sus palabras produjeron en mí "repugnancia" y una percepción de mediocridad del personaje al ser incapaz de ofrecer alternativas para lograr que los precios de los productos bajen.
Los panameños nos merecemos una mejor calidad de vida, y no me refiero solo a percibir un buen salario; es poder además, contar con una buena alimentación, beneficiarnos de un sistema educativo y de salud digno, poder movilizarnos en transporte público adecuado, y contar con un verdadero sistema legal donde impere la ley.
Con profunda tristeza y decepción observo como este Gobierno quiere reflejar de cara al exterior y a nosotros mismos, que Panamá es una especie de fina y majestuosa alfombra persa, pero nosotros los panameños sabemos muy bien lo que hay debajo: mucha porquería, y nosotros, lamentablemente, somos sus receptores.
Este crecimiento económico no está llegando a los panameños, principalmente a los más humildes, por eso me atrevo a preguntar: crecimiento económico, para quiénes?
Lo único que nos queda es aferrarnos a nuestros valores y principios, defender y proteger nuestros derechos, que el pueblo alce su voz al unísono en contra de todo aquello que hoy sigue perjudicándonos.