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Fermín Agudo A. | Colaborador

Todos los que sabemos leer y escribir y que un día ya pasado, asistimos a la escuela, comprendemos cuan cuantiosa es la deuda que hemos adquirido con la sagrada institución que colaboró sin aborrecernos, sacándonos de la penumbrosa ignorancia. Pero a todo esto hay una pregunta que inquieta estremeciéndonos el ánimo, gravitando con formalidad en la esencia de la conducta personal y por ende social.

�Dónde encontramos la nefanda raíz del mal que entorpece la entrañable escolástica, desconcertando el sufrido corazón, víctima del descomulgado desenfreno arrítmico que nos lesiona hasta lo medular de las inefables emociones? Es preciso estar ciego para echar a un lado la función de la institución que tanto se preocupó por hacer de nosotros los futuros ciudadanos dignos del país.

Por el trabajo que se presta es comprensible que los hombres hacen algo muy grande cuando están siempre seguros que alguien o algunos se beneficiarán del mensaje esgrimido a las multitudes sociales. Esas unidades gloriosas constituyen siempre la excepción de la regla.

Muchas instituciones con sus cuerpos de servidores intuidos en el rol histórico a desarrollar, extienden lo bueno de la herencia cultural de nuestros ancestros, ligadas a los nuevos acontecimientos traídos en bandejas de oro por la civilización. Pero el legado precioso no lo dejemos apabullar por la insolencia en iracundia, el descaro en procacidad y la irresponsabilidad inicua en total decadencia espiritual. �Sobre el cadáver del respeto florece la agresión!

La disciplina es su hija mayor y con ella podemos viajar hasta los confines del planeta. El ministerio de educación ha regulado la entrada de los padres a los templos donde los hijos acuden a tomar los conocimientos, fundamentos indispensables en el cultivo de la personalidad. Abofetear al maestro. �Y qué dirán los niños? No esperemos prodigios naturales por casualidad.

Y al maestro, su conducta debe ser pura e inviolable, basada en los principios de rectitud inquebrantables, sin abonar el desdén y enojo de la comunidad.



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