Los tiempos duros son los que determinan el valor de las cosas, los sistemas y las personas.
Nadie puede conocerse a sí mismo si no ha pasado por una crisis. Por eso se ha popularizado la frase "mostrar el cobre", que representa el momento en que se conoce la verdadera naturaleza de alguien que se pintaba a sí mismo como algo mejor, o al menos, diferente.
Como una moneda de cobre cubierta de oro para engañar a quien la posee. Si se le raspa con la suficiente fuerza, al final siempre mostrará de qué está hecha.
�Cuántas pruebas de fuego hemos tenido en nuestras vida? �Cuántas batallas? �Cuántos caminos cuesta arriba? �Cuántas situaciones adversas?
Por eso es importante aceptar retos, así como proponernos metas. Hay quienes ante la adversida o una situación en la que deben asumir responsabilidad, se disminuyen o salen huyendo.
Sin embargo, de algunos de estos momentos no podemos huir. Debemos enfrentarlos porque no nos queda de otra. La forma como reaccionamos ante la adversidad nos define como personas.
Estos momentos son los que distinguen a los hombres y mueres hechos y derechos de los enanos mentales.
Tomemos como ejemplo a Mike Tyson, uno de los más famosos campeones de la historia. Tuvo grandes logros, pero dado su potencial, se quedó corto en el lugar que pudo haber obtenido en la historia del boxeo.
En el camino hacia el título mundial de los pesos pesados, Tyson destruyó a rivales de poca monta y a algunos buenos boxeadores. Pudo lograr victorias importantes contra oponentes de renombre, que supuestamente le darían la batalla. Pero Tyson, en la cumbre de la juventud y con todo a su favor, siempre los despachaba rápidamente. La mayoría de sus oponentes llegaban mentalmente vencidos al ring.
Pero una noche de 1996 en Las Vegas, se enfrentó a un hombre que ya estaba en declive, si bien aún conservaba su orgullo, su disciplina y su tenacidad: Evander Holyfield. Esta vez, Holyfield no se desplomó con unos pocos golpes, sino que los devolvió aun más duros, y al final noqueó a Tyson en 11 asaltos.
En la revancha, se notó desde el principio que Tyson se sentía intimidado e incómodo. Sabía que tendría una pelea difícil y que Holyfield no era un pescadito. En el tercer asalto, un Tyson que ya estaba cortado por los golpes y las tácticas rudas e intimidatorias de Holyfield (que ya se había dado cuenta de la debilidad del "Iron Mike"), lo mordió en una oreja, hecho que vieron millones de personas.
Esa noche, el mundo entero le vio el cobre.
