MENSAJE
El perro valía más
Hermano Pablo
Costa Mesa, California
La mujer marcó el número
de la policía. Cuando la atendieron, dijo con voz tranquila:
-Quiero que me cuiden a mi perrito.
¡Cómo no, señora -le respondieron-. ¿Se ha
perdido el animalito, o está lastimado o enfermo?
-No es eso- -dijo la mujer con voz serena-. Es que acabo de matar a mi
marido y a mi suegra, y estoy por matarme yo misma. El pobre perro va a
quedar solo.
Lorena Napier había en efecto matado a Tony, su marido, y a Teresa,
su suegra. Y tal como se lo comunicó a la policía, luego se
mató ella misma. Lo raro fue el cuidado que, antes de su funesto
hecho, tuvo con su perro.
Al leer esta noticia no pude menos que preguntarme: "Es que tan
poco valor tiene la vida humana? Tan escaso valor tienen el matrimonio,
el esposo, la suegra, el hogar?" Tres vidas se esfuman en un solo drama
familiar, pero antes de eliminarse la culpable, se preocupa del cuidado
de su perro.
Algo pasa aquí. Es algo que difícilmente se explica, algo
que desafía la razón. Por más reyertas que esta mujer
haya tenido con su esposo, por más problemas con su suegra, por más
que el matrimonio se haya convertido en un campo de batalla, nada de eso
explica una acción tan desequilibrada. "Cuídeme al perrito
porque voy a matar a mi esposo y a mi suegra, y me voy a matar yo misma,
y el animalito va a quedar solo".
Esto, que desgraciadamente es el cuadro del mundo en que vivimos, no
puede ser otra cosa que un gran distanciamiento de las primeras intenciones
del Creador. Las cosas superiores han disminuido en valor y las inferiores
se han incrementado.
Cuando Dios creó la raza humana, El no inyectó en ella
semejante trastorno moral. Al contrario, ese total desmoronamiento de valores
se debe a que el hombre mismo se ha alejado de su Creador. Se ha alejado
tanto que no queda en él ni rasgo siquiera del Espíritu divino.
El se ha convertido en el dios de su propia vida y ha echado a perder su
especie.
¿Cuál es la solución? Regresar al Dios verdadero,
al Creador supremo, al Salvador del alma. Sólo Cristo puede devolver
al ser humano y su verdadero valor. Sometámonos a Jesucristo. Así
cambiará nuestra vida entera, nuestros valores serán justos
y sanos, y en nuestra alma habrá paz.
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