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20 mil paname�os en toma de posesi�n de Moscoso Hist�rica ceremonia en Estadio Nacional

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Redacci�n
Cr�tica en L�nea

Cinco horas bajo el inclemente sol no fueron suficiente para amilanar a los 20 mil paname�os que esperaban su llegada. "Mireya, Mireya, Mireya", pregonaban al un�sono, pero ella a�n no llegaba al Estadio Nacional.

La imponente y colorida tarima, ubicada a lo largo del recorrido entre primera y tercera base, en la grama del estadio, tambi�n la aguardaba. Sin embargo, la capacidad de resistencia de algunos invitados especiales se agot�, como la de los presidentes de Nicaragua y Rep�blica Dominicana, Arnoldo Alem�n y Leonel Fern�ndez -respectivamente-, quienes abandonaron el lugar antes de que iniciara el acto oficial.

El nuevo Estadio Nacional simul� ayer ser el Palacio Legislativo Justo Arosemena, puesto que los 71 legisladores se trasladaron al campo de juego para efectuar la ceremonia de juramentaci�n e imposici�n de la banda presidencial a Mireya Elisa Moscoso Rodr�guez, primera mujer gobernante de Panam�.

Casi encima de la lomita del lanzador ubicaron un jard�n de flores multicolores, en forma del istmo paname�o. Detr�s de la tarima, decenas de globos rojos, azules y blancos tuvieron la paciencia necesaria para esperar la culminaci�n del acto, para ser soltados y vestir el cielo de los colores patrios. A las 9 de la ma�ana ya el estadio estaba casi lleno.

Antes del solemne acto, conjuntos t�picos alegraron el ambiente y tuvieron que prolongaron sus presentaciones por la demora en la ejecuci�n del programa oficial. Miles de banderas paname�as y del Partido Arnulfista se agitaban en las manos de la concurrencia, que casi desafiaban al sofocante calor que rein� todo el d�a.

El primer gobernante en llegar al campo del Estadio fue el de Costa Rica, Miguel Angel Rodr�guez.

El r�gido presidente venezolano, Hugo Ch�vez, fue el segundo de los jefes de Estado invitados en llegar. El p�blico ovacion� al pol�mico pol�tico, quien devolvi� el gesto con un efusivo saludo. El afecto de Ch�vez hacia el uniforme qued� al descubierto ayer; el militar hizo una pausa para estrechar la mano del bombero que escoltaba la bandera venezolana.

El pr�ncipe de Asturias, Felipe de Borb�n, recibi� toda clase de piropos de la muchedumbre femenina, poco acostumbrada a recibir la visita de un heredero real. El primer ministro chino, Vicent C. Siew, llen� la cuota de jefes de Estado que asistieron a la ceremonia. Media docenas de helic�pteros, en su mayor�a del Servicio A�reo Nacional (SAN), permanec�an en el costado derecho del Estadio, y en el izquierdo un improvisado estacionamiento albergaba a unos 250 buses que transportaron a gran parte del p�blico.

Los ministros de Moscoso recibieron aplausos, los vicepresidentes y los magistrados de la Corte Suprema tambi�n. El abucheo se lo llevaron los legisladores del PRD que asistieron a la especial sesi�n. El m�s silbado fue Franz Weaver, quien devolv�a con toda clase de gestos el abucheo popular.

La tarima estaba poblada cuando al fin lleg� Mireya Moscoso, a eso de las 2: 35 de la tarde. La multitud vio c�mo llegaba por detr�s de los jardines del Estadio el BMW 750 IL gris que la transportaba. Trotando enrededor del lujoso auto, estaban siete unidades del Servicio de Protecci�n Institucional, vestidos con sacos y gafas oscuras. Delante del BMW hab�a siete relucientes motos blancas, de la misma marca, operadas por unidades de la Guardia Presidencial, con uniformes de gala blancos.

La comitiva vehicular entr� por el jard�n central y avanz� unos metros hacia la derecha. All� el jefe del SPI Alejandro Garuz se baj� del auto y abri� las puertas trasera y del interior surgi� la mandataria, junto a su peque�o hijo, Ricardito Gruber. Agarrada de la mano de su hijo, Moscoso inici� su recorrido por toda la banda de los jardines del estadio con destino al "home plate". El f�rreo dispositivo de seguridad la acompa�� por todo el campo, pero la seguridad no pod�a restringir el rugir de la muchedumbre que no se cansaba de saludar a la nueva presidenta.

La mandataria envolv�a algunos besos en su fr�gil mano derecha y los lanzaba al p�blico. Sus simpatizantes aplaud�an sin cesar, mientras Moscoso y Ricardito regresaban las muestras de cari�o. Ella extend�a sus brazos y luego los pegaba a su pecho, como queriendo abrazar a las m�s de 20 mil personas que gritaban: "Mireya, Mireya, Mireya".

Antes de llegar al home, cruz� a la banda opuesta, hasta dirigirse al extremo m�s lejano del jard�n izquierdo, para luego subir a la tarima y colocarse a la diestra del presidente de la Asamblea Legislativa, Enrique Garrido, quien ten�a a su izquierda al presidente de la Corte Suprema, Arturo Hoyos. Pero antes de ubicarse en su lugar, Mireya procur� caminar por todo el diamante, como pretendiendo distribuir entre el p�blico, su saludo lo m�s igualitariamente posible.

El arzobispo de Panam�, Jos� Dimas Cede�o, se encarg� de la breve invocaci�n religiosa.

El momento cumbre del acto lleg� de una buena vez. All� estaba Mireya Moscoso, junto a su hijo, con el antebrazo derecho levantado y jurando respetar la Constituci�n, como presidenta de la Rep�blica. Garrido termin� de juramentar a Moscoso y la reacci�n de ella fue abrazar al peque�o Ricardito, y sin poder contener las l�grimas, recibi� una ovaci�n de pie. La imposici�n de la banda presidencia fue celebrada por decenas de palomas blancas que fueron soltadas y que revolotearon por todo el Estadio.

Garrido solicit� que se alterara el programa para pronunciar su discurso; el pleno legislativo asinti�.

Luego le lleg� el turno a Moscoso. La recurrente aclamaci�n la interrump�a a cada momento. Cada promesa vertida era suspendida por los aplausos. Al final Moscoso pidi� que Dios iluminara y bendijera a su pueblo, al pueblo que presenci� y aclam� a su presidenta.

 

 

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Luego le lleg� el turno a Moscoso. La recurrente aclamaci�n la interrump�a a cada momento. Cada promesa vertida era suspendida por los aplausos. Al final Moscoso pidi� que Dios iluminara y bendijera a su pueblo, al pueblo que presenci� y aclam� a su presidenta.

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