No es un secreto. Todo el país sabe que el sistema de transporte en Panamá es pésimo y diariamente somete a un Via Crucis a más de 1 millón de usuarios. De ellos, sólo este año han muerto 23 en trágicos accidentes a causa de la ineficiencia y el desorden en el sistema.
Este caos vehicular tiene varias décadas. Se complicó porque no hay suficientes calles, hace falta modernizar el sistema de semaforización, diseñar y organizar las rutas, estructurar el sistema de operación, entre una larga lista de innovaciones que se requieren y que han sido sugeridas, por ejemplo, por la comisión vial de organizaciones como la Sociedad de Panameña de Ingenieros y Arquitectos (SPIA).
La situación se agrava cada año con la entrada al país de más de 25,000 vehículos, como alternativa al transporte que genera anualmente más de 500 millones en pérdidas por improductividad, según la Autoridad del Tránsito y Transporte Terrestre (ATTT).
La improductividad se traduce en la pérdida de la calidad de vida de los usuarios: más de 4 horas que pierden para trasladarse desde su casa hasta su trabajo y viceversa, además de las tardanzas e incapacidades por enfermedades generadas por el estrés vehicular.
Y es que en Panamá circulan buses con más de 15 años de uso, con tecnología obsoleta, un sistema de cobro individual, a cuenta diaria, sin mantenimiento, con una administración tipo "piquera". Además, muchos de estos conductores no cuentan con educación ni profesionalismo en la operación de los vehículos.
Pero eso no es todo. La configuración de abanico de la Ciudad de Panamá también agrava la circulación al tener que confluir todos al centro de la ciudad, donde se complica el desplazamiento y aumenta la contaminación que afecta a los usuarios. De allí que hay quienes opinan que la solución al problema del transporte no está en reemplazar los diablos rojos, blancos o verdes por un nuevo sistema, ya que falta y urge recrear el entorno urbano.