Es realmente trágico lo que está sucediendo en el barrio de El Chorrillo, un sitio histórico cuyos habitantes han podido sobrevivir a la pobreza y a su destrucción parcial en el gran incendio causado por la invasión norteamericana hace casi dos décadas.
Aparentemente mucho más difícil será superar su situación actual de violencia pandillera, muerte, una juventud corrompida, drogas y total impotencia de la autoridad.
El último episodio de la crisis de El Chorrillo se produjo la noche del jueves. David Urrutia -alias "David Bagdad"- un hombre de 30 años señalado como uno de los principales cabecillas de la banda Bagdad que opera en Calle 25, fue asesinado a balazos en la bajada del Ñopo de San Felipe.
Hace semanas que el barrio había hecho ignición, y dado el perfil de la víctima, puede presumirse que vendrán represalias de parte de los miembros de bandas rivales. En resumidas cuentas, un nuevo giro para la rueda de la violencia.
Más duro resulta el hecho de que otros inocentes están quedando en medio del fuego cruzado, como lo demuestra el hecho de que una niña también resultó herida en el ataque, y se debate entre la vida y la muerte en el Hospital Santo Tomás.
El Chorrillo no sale de un luto para entrar en otro. Para acabar con este círculo vicioso, no solo se necesita castigar a los que cometen crímenes, también hay que brindar alternativas a la juventud de este y todos nuestros barrios populares, que se ve seducida por el lado oscuro a causa de la marginación y la falta de oportunidades en que viven.