Mientras los diputados mantengan su renuencia a modificar el reglamento interno de la Asamblea Nacional, ese �rgano del Estado seguirá siendo visto como una cuna de impunidad y un refugio a la corrupción.
Ya han pasado casi tres meses desde que el presidente de la Cámara, José Luis Varela, elevó ante los integrantes de ese foro, la iniciativa de eliminar sus privilegios.
Empero, ni propios ni extraños parecen "pararle bola" a las intenciones del hermano del vicepresidente y canciller de la República, que comenzó su cruzada de adecentamiento del recinto parlamentario, con una "purga" de funcionarios corruptos y la consiguiente "quiebra" de botellas políticas.
A mi juicio, es más fácil que un tigre haga la transición de carnívoro a vegetariano que los llamados "Padres de la Patria" renuncien a algunas prerrogativas económicas que aunadas a la máxima constitucional que les da inmunidad y en algunos casos impunidad, representan el sueño de todo político.
Algunos diputados más osados se han atrevido a desafiar al presidente de la Cámara, al presidente de la República e incluso a la línea de la colación política de gobierno, señalando que si se trata de eliminar privilegios, los magistrados de la Corte Suprema de Justicia y los ministros de Estado deben unirse al club de los caídos.
Sin embargo, sus reclamaciones parecen haber caído en "oídos sordos", "sacos rotos", o simplemente se ahogaron en las pequeñas fuentes del "Palacio de las Garzas".
Mientras tanto, los diputados siguen haciendo su trabajo como de costumbre. No tienen la obligación de ser productivos ni eficientes, porque son conscientes de que si no se modifica el reglamento interno, nunca podrán ser sancionados.
Nadie llega a la Asamblea Nacional en calidad de diputado para luego hacerse una especie de "harakiri", aprobando leyes que le cierren la llave a los atractivos beneficios que impulsaron su candidatura.
Siendo realista, creo que todos los diputados están renuentes a eliminar las exoneraciones, los pasaportes diplomáticos y la disminución del número de las comisiones permanentes. Tampoco creo que tengan la disposición de disminuir el número de exoneraciones para adquirir vehículos libres de impuestos.
Esa iniciativa de acabar con la "vagabundería", cambiar la imagen y devolverle la credibilidad a la Asamblea, orquestada por José Luis Varela, no pasará de ser un "sueño de opio", porque los diputados podrán ser vagos, pero no pendejos.