Sábado 24 de oct. de 1998

 








 

 


MENSAJE
Ciento ochenta y un mil, doscientas cincuenta y tres palabras.

Hermano Pablo
Costa Mesa, California

F
ueron cuatro años de arduo trabajo. Y fueron muchos frascos de tinta china y muchas plumas de dibujo. Y fue arte. Arte en todo el sentido de la palabra. Y al final de los cuatro años, Gwang Hyuk Ree, un europeo que vive en Huntington Park, California, vio terminada su obra.

Era un cuadro de Cristo extendiendo sus brazos como para bendecir al mundo. Lo notable del trabajo es la forma en que el pintor hizo resaltar la imagen de Jesús. El cuadro, que mide tres metros por un metro con veinte centímetros, está hecho en su totalidad con el texto completo del Nuevo Testamento.

Ciento ochenta y un mil doscientas cincuenta y tres palabras, hechas en tonos claros, medios tonos y tonos oscuros, son los matices que hacen resaltar la imagen de Jesús. De lejos no se distinguen las letras. Sólo se ve la imagen de Jesucristo. De cerca, se distinguen y se leen las palabras del texto claramente. La impresión que da es increíble, y la lección está a flor de tierra.

Cuando una persona estudia detenidamente las palabras del Sagrado Libro, cuando las absorbe en su mente y en su corazón, cuando éstas se hacen parte de su vida al grado de identificarse con ellas, se ve en esa persona la vida, la enseñanza, la persona aún, y la gloria del hijo de Dios estampada en esa vida. Es como si un pintor hubiera plasmado la imagen de Cristo en el corazón del hombre con las palabras del Nuevo Testamento.

El apóstol Pablo, escribiendo a los corintios, hizo referencia a este tipo de arte en símbolo cuando dijo: "Ustedes mismos son nuestra cara, escrita en nuestro corazón, conocida y leída por todos. Es evidente que ustedes son una carta de Cristo, expedida por nosotros, escrita no con tinta sino con el Espíritu del Dios viviente; no en tablas de piedra sino en tablas de carne, en los corazones" (2 Corintios 3:2,3).

No es una imagen pintada o esculpida en lienzo o en piedra la que va a dar a conocer al mundo la verdad del evangelio de Cristo. Es la persona de Jesucristo estampada en el corazón del hombre, entretejida maravillosamente con sus sentimientos, la que será leída y escuchada. Dispongamos nuestro corazón a que sea uno de los tantos que lleva grabada esa real imagen de Jesús.

 

 

 

FARANDULA
  • Dedican en México disco al papa Juan Pablo II
  • "Casablanca'' inaugura Muestra Internacional de Cine en México

 

PORTADA | NACIONALES | OPINION | PROVINCIAS | DEPORTES | LATINOAMERICA | COMUNIDAD | REPORTAJES | CRONICA ROJA | EDICIONES ANTERIORES


   Copyright 1996-1998, Derechos Reservados EPASA, Editora Panamá América, S.A.