La parroquia San José, en Las Mañanitas, se saturó ayer, viernes, de personas y de tristeza. Decenas de familiares, amigos y vecinos de las tres adolescentes atropelladas el pasado domingo en María Chiquita, Colón, se dieron cita para enterrar a sus seres queridos.
La concurrencia, encabezada por adultos, tenía una particularidad: la mayoría de los presentes eran niños y jóvenes.
Es que las tres muertas eran unas muchachas que empezaban a despertar a la vida, y eran muy queridas por la 'gallada' del barrio.
Geraldine Toribio, Ana Atencio Sánchez y Marlene Jinguimia, murieron el pasado 21 de octubre, cuando se dirigían a la comunidad de Portobelo para participar en las festividades del Cristo Negro.
Los cadáveres llegaron puntuales: a las 11:00 de la mañana.
La homilia fue presidida por el sacerdote Bernardo Van Quadheme, quien en su sermón tuvo que hacer referencia obligada al valor de la vida haciendo un llamado para que los seres humanos sean sembradores de amor y no de dolor.
"Si esto pasó, no fue por voluntad de Dios, sino por la imprudencia humana y la esclavitud a un vicio como el alcohol", sentenció el cura.
Y es que según estadísticas de la Dirección de Operaciones del Tránsito, las muertes por atropello en lo que va del año, llegan a 129, y aunque las causas son diversas, no son pocas las veces que se menciona al consumo de licor como el detonante de hechos trágicos.
En los tres féretros, adornados con imágenes del Cristo Negro, estaban como dormidas, Geraldine quien habitó en esta tierra por 13 años, luciendo un vestido blanco, similar a los que se usan en la primera comunión, mientras que su prima Ana llevaba un traje rosado y su vecina Marlene, vestimenta blanca.
A los familiares de las tres muchachas les queda el sinsabor de ver partir prematuramente tres vidas que pudieron hacer tanto, pues una vez más las llantas de la muerte truncaron el paso.
�JUSTICIA!
El conductor responsable del atropello, Alexis Garham, está detenido, mientras se investiga. El sacerdote Van Quadheme hizo un llamado a la juventud para que no se deje llevar por las garras del vicio que sólo traen desgracias.