Los niveles de violencia cada día se incrementan. Los maleantes atacan estaciones de la Policía Nacional, Juzgados Nocturnos y violan a una maestra frente a sus alumnos. Todo indica que el crimen está fuera de control. Decir lo contrario es querer tapar el sol con las manos.
Ya es hora que los encargados de la administración pública pongan los pies sobre la tierra. Las promesas de más seguridad parecen haber caído en saco roto y lo peor de todo, es que el hampa ya está irrespetando a las propias autoridades.
La gente decente tiene miedo de salir a las calles. Urge abordar el tema de la seguridad y no darle largas al asunto. Se requiere mayor vigilancia en las calles, sobre todo en las áreas rojas para impedir que los ladrones salgan de sus madrigueras a aterrorizar al resto de la población.
Al mismo tiempo, la sociedad debe poner de su parte y no ser cómplice de las ratas que roban y matan. La política del avestruz o el mirar hacia el otro lado mientras un semejante es víctima de un ilícito no puede tener cabida. �Hay darle un alto!.
El capital también debe entender que debe haber una mejor distribución de la riqueza. Muchos de los delitos son cometidos por gente que no tiene donde caer muerta y por ende, les importa un comino hasta perder la vida por robarle unos cuantos reales a un cristiano.
Por años, diversos informes han advertido del peligro que representa para la seguridad del país, la desproporción existente entre un grupo que se lleva casi toda la riqueza del país y el resto de la población que vive en la pobreza.
Gobierno, sociedad y empresarios deben poner su cuota para enfrentar el mal de la delincuencia, que ya alcanza niveles y violencia que nadie nunca imaginó.