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La Isla de San José, en medio del Archipiélago de Las Perlas, es un paraíso engañoso. Verdes parajes llenos de maleza, selva exuberante, ríos y playas transparentes no reflejan una verdad oculta por décadas: este lugar fue zona de pruebas de armas de destrucción masiva.
Estados Unidos, en su afán por probar armas químicas en el campo de batalla del futuro, probó en 1942 el gas sarín y un agente VX en este lugar. Unas inocentes ovejas fueron el sujeto del experimento, algo que no está en los archivos del Pentágono, se filmó para la posteridad.
Igual que Isla San José, otros sitios de Panamá (considerados polígonos de tiro por EEUU), fueron centros de pruebas de armas mortíferas. El Cuadrante Piña, en Colón, Nuevo Emperador y Corozal, son otros sitios que también ocultan restos de las prácticas militares de Estados Unidos.
Aprovechando la visita del Secretario de Estado norteamericano, Colin Powell, nuestro país debería exigirle al ex jefe del Comando Conjunto de Estados Unidos, que acepte sus responsabilidades sobre la proyectada limpieza de los polígonos.
Semejante trabajo constaría más de 100 millones de balboas, algo ilusorio para que esta misión lo complete un país pobre como Panamá.
Resulta molesto que la embajadora de EEUU, Linda Watt, haya mencionado que su país, ya no tiene responsabilidades en los polígonos de tiro.
Le recordamos a Powell y a Watt que EEUU se comprometió antes con el pueblo de Bikini, un atolón del Pacífico Central, para sanear toda la isla, la cual antes fue usada como campo de pruebas atómicas.
Igual, la Isla de Viques, en Puerto Rico, es otro ejemplo que a la larga obligará a EEUU limpiar estos centros de prácticas militares.
Panamá merece que se le sanee estos parajes, sin afectar el entorno ecológico. Igual, no puede ser que panameños inocentes, como las ovejas del experimento en San José, se transformen en conejillos de indias de la milicia norteña. |
