OPINION


Hay que poner un alto

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Por Hermano Pablo
Reverendo

Los dos autos bajaban la cuesta a 120 kilómetros por hora. Era una de las tantas carreras que hacen los jóvenes a la salida del colegio. Corren locamente para ver quién llega primero. Casi al final de la bajada, ambos autos se tocaron. El que conducía Pei Wang de dieciséis años se estrelló contra un poste de la luz. Pei quedó malherida, y su hermana que la acompañaba murió instantáneamente. Sucedió en la calle Placentia, de Costa Mesa, California.

Los estudiantes del colegio "Estancia" se reunieron y decidieron elevar una petición solicitándole a las autoridades que tomaran medidas para que los estudiantes no corrieran más esas carreras suicidas. "Hay que poner un alto", era el encabezado de la petición.

Tenían razón los estudiantes del colegio "Estancia". Había que poner un alto al final de la bajada de la calle Placentia. Así los estudiantes no padecerían la tentación de correr carreras. Pero hay que ponerle un alto a muchas otras cosas también, que directa o indirectamente están destruyendo a la juventud, a las familias, a los hogares y a todos en general.

Hay que ponerle un alto a la excesiva libertad que reclaman los jóvenes de hoy. La libertad sin experiencia conduce a la destrucción. Hay que ponerle un alto al tráfico de drogas, que se extiende con pasmosa rapidez aun entre escolares de pocos años. La droga, sea cual sea, destruye mente, voluntad y conciencia. Hay que ponerle un alto a la ola de divorcios, que desbarata las familias y crea diez problemas por cada uno que resuelve. Hay que ponerle un alto al licor, al aborto, a la pasión por el dinero, y al descreimiento y al pisoteo de las normas divinas. Hay que ponerle un alto a todo lo que destruye el alma.

�Cómo podemos controlar este desbarajuste que está destruyendo toda nuestra sociedad? �Habrá alguna forma de detener esta avalancha que arrastra a todo el mundo? Sí, la hay. No en el sentido colectivo, pero sí en el sentido individual. Basta con que abramos nuestro corazón, y en humilde y sincera plegaria le digamos a Dios: "�Perdóname, Señor! Entra a mi vida y toma el control del timón que es mi voluntad. Necesito que tú seas el piloto de mi vida."

 

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