Todas las elecciones en cualquier nación son históricas. Pero todos los simbolismos, logros y expectativas en el mundo entero que acompañaron la elección del afroamericano Barack Obama como Presidente de Estados Unidos, hacen que el calificativo de histórico esté plenamente justificado.
Hasta ayer en la tarde, el candidato demócrata sumaba 349 votos del colegio electoral, mucho más de los necesarios 270 para ser elegido. Su rival republicano, el senador John McCain, se situaba en 163 votos electorales.
La victoria de Obama corona la lucha de más de 40 años de los movimientos por los derechos civiles en la Unión Americana, y da un final feliz a las luchas históricas de figuras como Martin Luther King y Rosa Parks.
Al mismo tiempo, demostró que "El sueño americano" no es un mero slogan, sino una realidad a la que pueden llegar todos en ese país, incluso las minorías étnicas y los inmigrantes.
Sin duda, estas elecciones han sido las más seguidas dentro y fuera de Estados Unidos. Había muchos elementos en juego, además de la raza del candidato demócrata: el hastío por las guerras en Irak y Afganistán, un descalabro financiero y una expectativa nacional e internacional por que el nuevo mandatario estadounidense se desviara de las políticas de George W. Bush.
Nuestras felicitaciones al pueblo de Estados Unidos por haber demostrado que de ahora en adelante, el racismo será una excepción y no la regla.
No obstante, con un país exigido hasta el límite tanto militarmente como financieramente, y con un prestigio internacional severamente deteriorado, es ahora que comienzan las verdaderas pruebas para el primer presidente negro de los Estados Unidos.