Santísima Virgen María, te proclamamos y te aceptamos una vez más como Madre de Dios y Madre nuestra. Acoge hoy nuestro clamor y abraza en el amor de madre a todos los que habitamos en esta Patria e imploramos tu protección.
Tú has caminado siempre con nosotros desde los albores de la primera evangelización brindándonos tu amparo material bajo la adoración de Nuestra Señora de la Antigua. Los Obispos de la Conferencia Episcopal Panameña renovamos la consagración de la República de Panamá a tu corazón inmaculado que en 1943 te hiciera monseñor Francisco Beckman.
Ponemos a tus pies nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro. El Panamá que hemos sido y el que queremos ser. Bendice y acompaña a nuestros pastores, a las personas consagradas y a todo el pueblo de Dios.
Fortalece a las familias panameñas para que siendo santuario de la vida estén siempre abiertas a acogerlas como don de Dios y a defenderla desde la concepción hasta la muerte natural. Protege a nuestros gobernantes y dirigentes políticos para que con sabiduría y prudencia busquen el bien común y sirvan a la Patria más y mejor que a sus propios intereses. Suscita en la juventud la generosidad para responder a la voz de tu llamada.
Que todos nosotros movidos por un profundo amor fraterno seamos solidarios y aprendamos a compartir lo que somos y tenemos con los más necesitados superando las barreras del egoísmo, la marginación y toda forma de explotación. Corazón Inmaculado de María, te entregamos el sufrimiento de quienes se sienten solos y abandonados padeciendo en el cuerpo las angustias de la enfermedad, la falta de libertad o la esclavitud del vicio.
Se tu, oh Madre Purísima y misericordiosa, consuelo en la tribulación, alivio en el dolor y fortaleza liberadora del pecado. Alienta, oh Madre nuestro caminar y ayúdanos a realizar con eficacia la tarea de la nueva evangelización. Guíanos hacia Jesucristo Pan de Vida, camino y esperanza para Panamá. Amén. |