Sin lugar a dudas, hoy será el Día de la Madre más triste que doña Idalia García haya pasado en sus 42 años de existencia.
Y es que el trago amargo que ninguna madre le gustaría beberse, ella se lo tuvo que tomar de un sólo sorbo cuando por un acto de violencia dos pistoleros le arrancaron la vida a uno de los seres más preciados que tenía: su hija.
A los 7 años, Yeri Yerlín Arias era una niña llena de ilusiones: soñaba con ser enfermera, para lo cual se preparaba desde ya sacando buenas notas.
"Era una de las más aventajadas de mi clase", afirmó apesadumbrado el maestro Ovidio Jiménez, del II grado C vespertino de la Escuela Pedro J. Sosa, en el corregimiento de Calidonia.
Al igual que los familiares de la niña, el docente quedó en estado de conmoción cuando se enteró que el sábado en la tarde, Yeri recibió un balazo que se le alojó en el cerebro, cuando se encontraba acostada en un banquito dentro de la casa, jugando con un teléfono celular.
Un sujeto, presuntamente pandillero, disparó desde la parte frontal del edificio Hortensia 15, en Santa Cruz, en el corregimiento de Curundú, hiriendo mortalmente a la niña.
Las balas traspasaron la endeble maya que cubría la puerta y penetraron en la anatomía de la pequeña.
El director del Hospital del Niño, Alberto Bissot, confirmó que tras batallar por más de 24 horas, Yeri perdió la principal batalla que enfrentaba en su corta vida: la de la sobrevivencia.
La niña falleció a las 9:55 de la mañana de ayer, lunes, tras permanecer desde el momento del accidente conectada a un respirador artificial.
DIFICIL DE CONTAR
Además de los padres de la menor y los familiares de la misma, quien tenía la tarea muy difícil era el maestro Ovidio, a quien le tocaba la nada envidiable misión de informarle al resto de los compañeritos de Yari, lo ocurrido.
La directora de la Escuela Pedro J. Sosa, Edda de Bruster, subrayó que es lamentable que cada vez más, por hechos de violencia, sigan cayendo personas inocentes.
La familia Arias-García y sus vecinos no perdieron la oportunidad de arremeter contra los funcionarios, a los que acusaron de acercarse al lugar sólo en campaña electoral, pero después de ésta no les importa con la seguridad ni los problemas de los pobres del barrio.
UN SUE�O IRREALIZABLE
Atrás quedaron los sueños de una niña que anhelaba estudiar enfermería. Las balas asesinas de quienes parecen no tener corazón, se lo impidieron.
Sin embargo, en el corazón y en el recuerdo tanto de su hermanito como de sus padres, quedará para siempre la imagen de aquella niña vivaz, alegre, amorosa, algo que ni la muerte terrenal podrá llevarse.