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Bot�nico paname�o asegura que cura c�ncer y sida
Diomedes Ure�a
Cr�tica en L�nea
El ser humano, a lo largo de su historia, ha intentado contestarse las interrogantes sobre la vida y la muerte. Ha especulado sobre la energ�a que mueve al universo y c�mo esta fuerza influye en su nacimiento, evoluci�n y muerte.
Es posible que s�lo Dios pueda resolver las interrogantes que se plantea el hombre y la mujer, en cuanto a su papel
en este orbe, a veces arbitrario e incomprensible.
Seguramente, como paliativo ha buscado en la comodidad una respuesta; es decir vivir holgadamente, satisfaciendo sus
necesidades primarias, adem�s de las evocadas por la vida en sociedad. Sin embargo, en cuanto al tema de la salud y
la manera de prolongar la vida, la lucha ha sido m�s ardua y tenaz, que las reflexiones de tipo ontol�gico.
Siempre han existido las enfermedades y los males que aquejan al cuerpo humano. Tambi�n han abundado los que intentan
aliviar estos padecimientos. Desde la m�s remota antig�edad, en que los sacerdotes, brujos y chamanes practicaron
sus sortilegios para devolver el bienestar, pasando por los fundadores de la medicina tradicional en la Grecia de
Hip�crates y el oscurantismo medieval, hasta llegar a la ultramoderna concepci�n gen�tica de la medicina,
el ser humano ha intentado denodadamente salvarse del abismo de la muerte prolongando su existencia.
Este recorrido ha mantenido su evoluci�n en la medicina de corte tradicional; aunque han permanecido otras corrientes,
cercanas al conocimiento original que fund� la actividad curativa, es decir, la medicina natural.
En ese sentido,
muchos pueblos, en todas las regiones del mundo, conservan intactas las reglas y f�rmulas de curaci�n basadas
exclusivamente en sustancias provenientes de la naturaleza, que proporciona todo tipo de variantes para
consolidar una, si se quiere, farmacopea esencial. En nuestro pa�s existe este conocimiento, esta sabidur�a,
que no ha logrado ser erradicada de la preferencia popular. Nos referimos a la actividad curativa basada en los
conocimientos bot�nicos, es decir, de las plantas, ra�ces, hojas y otras. De esta manera, destaca de manera
sobresaliente, el m�dico bot�nico Diomedes Ure�a, oriundo de la provincia de Chiriqu�, cuya trayectoria sobrepasa
los veinte a�os de aciertos y beneficios para la poblaci�n nacional, a lo largo y ancho de todo el territorio y a�n
mucho m�s all�. Ure�a afirma que todo lo que sabe y conoce de medicina natural, le fue otorgado como un don divino,
que se revel� en sus manos, cuando estuvo a un paso de morir, como consecuencia de un c�ncer.
El mismo, seg�n nos
cuenta en conversaci�n informal, acudi� a todo tipo de personas con la intenci�n de recuperar la salud y no faltaron
curanderos, m�sticos y otros, cuyo �nico prop�sito fue obtener ganancias a costa del sufrimiento que lo orillaba
ante el abismo oscuro de la muerte.
Entonces, contin�a dici�ndonos Ure�a, su �ltimo recurso fue encomendarse a Dios,
a trav�s de la oraci�n y de la fe, elemento fundamental en su ulterior cura y con cuya intervenci�n considera que
m�s de la mitad del camino hacia la luz ha sido recorrido. As�, descubri� la facultad de percibir aquello que,
de manera natural, sin la intervenci�n de ning�n artificio, pod�a socorrer a las personas, no importa cual fuera el
trance por el que atravesara.
Indica Ure�a que observ� los alimentos que inger�an las aves y los animales de nuestras selvas y bosques y esto
permiti� que el 9 de mayo de 1980, tuviera preparado lo que �l denomina su "primer revuelto de medicamentos" que,
finalmente erradic� de su organismo el tan temible mal que lo amenazaba.
Ese fue el momento en que Ure�a descubri� su camino y comenz� a ayudar a personas enfermas, cobrando apenas cantidades
simb�licas, porque era consciente de las carencias de las personas que a �l acud�an en busca de alivio y esperanza.
"Yo estaba ansioso por salvar a las personas tanto, que ped�a a Dios que me otorgara la sabidur�a para comprender todos
los tipos de males en los diferentes tipos de personas, no importa su raza o procedencia... lo que en nuestro pa�s es
de suma importancia, debido a las mezclas y al mestizaje existentes".
Ure�a descarta la pr�ctica de sortilegios y
la brujer�a, en este tipo de curaciones y define su ciencia como una corriente transparente cuya fuente es la fe en
Jesucristo. Agreg� Diomedes Ure�a que cada persona tiene una se�al, que se entroniza en su gesto, en su rostro, en
sus ojos, de la enfermedad que la ha de causar la muerte si se mantiene observando conductas negativas, por lo que
recomienda, como primer paso para recuperar el equilibrio y la armon�a de su organismo, es buscar los caminos de la
paz y la fe en Dios.
El bot�nico chiricano alega que ha curado a m�s de cinco mil personas del mortal c�ncer,
lo cual ha sido el resultado de la fe y la voluntad puestas en la efectividad de la cura, as� como en la sabidur�a
divina, fuente de toda verdad y ciencia. Asegur� que, pese a los grandes avances cient�ficos,
los que respeta y admira profundamente, no hay nada m�s efectivo que lo natural, que es lo que hasta el momento ha
dado los mejores resultados en la batalla contra el c�ncer, el SIDA y otras enfermedades que supuestamente no tienen
cura conocida. La opini�n de Ure�a sobre estas enfermedades mortales, consideradas el azote el �ltimo siglo y
con gran injerencia en el que se inicia, son consecuencia del alejamiento de la naturaleza. Por ejemplo, afirma, el
c�ncer es la respuesta del organismo a la indiscriminada cantidad de sustancias qu�micas que se ingieren diariamente
en alimentos y el VIH SIDA, es la distancia que ha establecido el hombre y la mujer de su estado natural, que es la
fidelidad, el amor y el respeto. Ure�a, quien es de la creencia que las personas deber�an vivir, al menos, 120 a�os,
dijo que debemos prestar m�s atenci�n a esas cosas que hacemos y que pensamos que no tienen consecuencias, porque
all� est� lo medular del desmoronamiento de la salud p�blica de todas las naciones. Comer demasiado, consumir
sustancias innecesarias, alimentos procesados y observar conductas indecorosas, re�idas con la moral, las buenas
costumbres y que atentan contra la integridad familiar, son los puntales en el declive de la salud y la vida.
TESTIMONIOS: JUAN M. DIAZ PADECIA DE LEUCEMIA Uno de los testimonios expresados por uno de los pacientes de Ure�a, lo ofreci� Juan Manuel D�as, quien padec�a de la leucemia conocida como linfobl�stica aguda, detectada en el a�o 1996. Se�al� D�az que los primeros s�ntomas de este mal, se le manifestaron, de manera inusual, con cansancios, fatiga, lo que debido a sus condiciones f�sicas como deportista, le causaron alarma, por lo que acudi� a los m�dicos. Su condici�n se fue deteriorando y comenzaron las hemorragias, la reducci�n de peso y de los niveles de hemoglobina, cuyo conteo quedo situado en los 3 gramos. Con estos antecedentes, D�as acudi� a Ure�a y desde hace aproximadamente once meses ha obtenido mejoras en su estado general, que se hab�a deteriorado tanto, que qued� postrado en una cama, incapaz de caminar. Indic� D�az que el tratamiento comenz� a surtir el efecto esperado, como a las dos semanas de haberlo iniciado, por lo que agradece a Ure�a el haberse hecho cargo de su mal, ya que en estos momentos se encuentra recuper�ndose positivamente y los niveles de su hemoglobina alcanzan los 14 gramos. "Ha sido un giro de 180 grados, antes estaba en nada y ahora estoy normal. Imag�nese lo que es para una persona acostarse y no poder levantarse a caminar al d�a siguiente. Yo me sent�a en dos mundos, por eso le doy gracias a Dios por permitir que existan personas como el se�or Ure�a, que curan a sus semejantes, dijo D�az. C�ncer uterino: diagn�stico de Agueda Espinosa. Ure�a le salva la vida. Otro de los testimonios vertidos fue el de la se�ora Agueda de Espinosa, quien sufri� de un tumor canceroso en la matriz que le caus� los peores momentos de su vida. Manifest� que desde que la enfermedad se hizo presente en su cuerpo, empez� a tener hemorragias abundantes y a sentir mucho dolor. Inicialmente, se dirigi� al Hospital Santo Tom�s para establecer que era lo que le ocasionaba esos trastornos. Los m�dicos, luego de tratarla, la remitieron al Hospital Oncol�gico, donde despu�s de una junta los galenos le hicieron el diagn�stico fatal. "Pero a�n as�, yo pens� que me iba a morir, por los muchos dolores y la p�rdida de sangre", rememor� la se�ora Espinosa. Posteriormente, la enviaron a casa por dos meses, per�odo en que su cuerpo se hinch� y perdi� sangre en gran cantidad, en forma de co�gulos del tama�o de una naranja, que emanaban cada cinco minutos. Indic� que no pod�a moverse de la cama, creando dependencia de las personas que la rodeaban; fue entonces cuando su esposo entr� en contacto con Ure�a y despu�s de ocho d�as de tratamiento, comenz� otra vez a valerse por si misma, lo que no pod�a llevar a cabo desde hac�a tiempo. As� son muchas las personas que han sido curadas por este humilde paname�o, bendecido con este don otorgado por Dios, al cual puede localizar en el Apartotel Plaza al n�mero 264 5033 o a los tel�fonos 770 5512 o 637 6927.
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As� son muchas las personas que han sido curadas por este humilde paname�o, bendecido con este don otorgado por Dios, al cual puede localizar en el Apartotel Plaza al n�mero 264 5033 o a los tel�fonos 770 5512 o 637 6927.
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