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Todo empezó hace más de 20 años, cuando Alejandro Abrego se quedó sin trabajo y volvió al oficio que le enseñaron su abuela y su madre: hacer bollos preñados. Siendo él un chiquillo, los bollos los hacía su madre, Adela Lamboglia, y Alejandro los vendía en la calle, y en un puesto que tenían en la acera frente al caserón que quedaba donde hoy está el almacén Leys, en pleno corazón de La Chorrera.
Cuando él cumplía los 16 años tumbaron la casa, y el negocio poco a poco mermó. Alejandro entró a la Universidad y luego se puso a trabajar en los casinos, hasta que una tarde le dijeron que ya no tenía empleo. Así que volvió a los fogones, y se puso a hacer lo que mejor sabía.
No tenía capital alguno, así que se tiró a la calle con dos armas que resultaron milagrosas: una lata de aceite (como esas que sirven para hacer fogones en el interior) y una paila prestada.
Ese día de 1980 cuando salió a vender sus productos, ocurrió algo que hoy por hoy parece una premonición: el primero de sus clientes fue el presidente de la república, quien en esa época era Ricardo De La Espriella.
Desde entonces, el Presidente fue asiduo comprador, e impuso la moda de parar en La Chorrera a tomarse un chicheme y comprar un bollo preñado, lo mismo que actualmente hacen desde los panameños de a pie, hasta embajadores, políticos, empresarios y ejecutivos de las más importantes empresas del país entero. "Toda la gente famosa pasa por aquí", dicen Alejandro padre e hijo a carcajadas.
Pero ya no paran en el centro del pueblo, donde Alejandro estuvo por 20 años con su lata y luego en un kiosco (entre el Seguro y la Lotería), si no que ahora se van hasta la carretera Interamericana, donde Abrego levantó un nuevo y pujante negocio.
"El primer día el local se llenó", dijo Alejandro hijo, con sus ojos verdes brillando como calderos hirvientes. Y desde entonces la vorágine no ha cesado. En casi dos años de actividad, sólo han cerrado sus puertas tres veces: Navidad, Año Nuevo y Viernes Santo.
EL SECRETO
Alejandro crió cinco hijos a punta de bollo y chicheme. El más chico de los muchachos está hoy en cuarto año de ingeniería, y es el que se encarga de preparar la masa. La segunda de las hijas es estudiante de derecho y está trabajando en una embajada.
Toda su familia es parte de la empresa. Están la matriarca Edna Carreño de Abrego, el hijo mayor Alejandro Abrego, Ariel Abrego, Adrián Abrego, Alejandra Abrego, Ariadna Abrego, Massiel de Abrego, Georgina Carrasco, Rafael Cañate y Nefti Carrasco.
Tal vez ese sea el secreto del éxito. Eso, y que un anciano que llegó a La Chorrera le dio la fórmula mágica del buen chicheme, ese con un sabor especial con algo que está entre la hierbabuena y la nuez moscada.
"El viejo Villegas me enseñó la fórmula gratis... por pura amistad", dice Alejandro hoy. Suspira, mira al techo de su nuevo negocio y concluye: gracias a eso y a los bollos levanté mi familia. No mueve los labios, pero algo en el rostro indica que está sonriendo por dentro.
C�MO EMPEZAR
Cuándo se le pregunta a los Abrego cuáles son las claves para tener éxito en los negocios, ellos intercambian miradas. Es el papá el que contesta: "no hay que pensar mucho las cosas; hay que hacerlas".
Alejandro dice que los panameños se la pasan haciendo sumas y restas, "que si estudios por aquí, estudios por allá, y nunca emprenden nada". El hijo mira a su padre, y agrega muy serio: y hay que trabajar duro... durísimo... y no dejar de hacerlo nunca". |