El terremoto de Haití y sus especialmente devastadores efectos en ese país sin duda se convertirán en tema de estudio.
Y no sólo para los sismólogos. Los entendidos en sociología, urbanismo, construcción, manejo de desastres, planificación estratégica, logística, seguridad ciudadana, administración pública y toda una serie de disciplinas podrán llenar tomos enteros sobre un evento que ha hecho realidad el peor escenario posible para todo un pueblo.
Es que luego del terremoto de 7.3 grados en la escala Richter, todo lo que habría podido salir mal, ha salido mal. No solo por lo devastador del terremoto, sino porque ha terminado de derrumbar a una nación que apenas funcionaba en lo económico, lo social y lo político.
Ayer Naciones Unidas enunció que se trata de la peor catástrofe que le ha tocado manejar en la historia de la organización. Debido a lo precario de la infraestructura de Haití, el terremoto acabó con casi todas las pistas de aterrizaje en la periferia del desastre. Por ende, no pueden llegar los aviones con ayuda internacional.
El palacio presidencial, la casa del presidente René Preval, y el recinto del parlamento también se derrumbaron. La red de telecomunicaciones ya no existe, así que ningún miembro del gabinete puede comunicarse, ni tienen lugar alguno para reunirse.
Mientras tanto, se estima ya que los muertos podrían ser más de 200 mil, porque ya al menos 50 mil han sido enterrados en fosas comunes o incinerados. La desesperación está haciendo que la gente se mate por migajas. Prácticamente, Haití tiene que comenzar de cero.
Muchas lecciones saldrán de este doloroso episodio en la historia. Esperemos que no solo los haitianos, sino todos los latinoamericanos las asimilemos, porque otro peor escenario posible no debe volver a ocurrir.