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Es nuestro propósito comunicarme con el lector en términos de afectos y simpatías, pero también de intereses: Gran parte de los seguidores activos de la política internacional comparten con nosotros la convicción acerca de los derechos inalienables palestinos a crear su propio estado y construir su felicidad.
Ahora pretendo explicar por qué, de manera muy especial, los panameños comprendemos la necesidad palestina de construir su entidad estatal. Nosotros nos hemos sentido vinculados a las causas de los árabes, y muy en especial la de los palestinos, que es su causa central, por el hecho de que nuestro propio país se constituyó en república, en los inicios del siglo XX, con un canal interoceánico como principal recurso nacional controlado por una potencia extranjera, y con nuestra independencia imperfecta por causa de la existencia en el interior del país, de un asentamiento colonial norteamericano preñado de bases militares.
Por eso supimos con entusiasmo la noticia en la década del 50 de la nacionalización de su canal por Egipto. Por eso mismo entendemos también la lucha del pueblo palestino por construir su propia entidad estatal libre de imperfecciones y de asentamientos extraños.
No obstante lo anterior, que nos explica el origen de nuestros afectos y simpatías por la causa palestina, y sin detenernos ahora en la convicción que tenemos de legitimidad de su causa desde el punto de vista de los derechos humanos, pretendemos ligar esta causa con el interés y el derecho de toda la humanidad a un futuro de paz y de felicidad.
Y es que la lucha del pueblo palestino es vinculante y esto en gran medida con las necesidades de todos los pueblos del mundo, en estos momentos en que se lanza una feroz acometida contra ellos. Esta embestida está determinada por el imperativo norteamericano de controlar todos los recursos del planeta.
Es que debemos concordar en que el mundo pasa por una etapa de cambio productivo por el hecho cierto de que estamos transitando por la Revolución Científico Técnica que sucede a la civilización industrial así como ésta dejó atrás a las antiguas civilizaciones de base agrícola. Esto nos ha de llevar a los umbrales de una nueva civilización de contenido humanista con el concurso de todos los pueblos del mundo. La sociedad deberá renovar sus bases fundacionales.
Ante la inexorabilidad del cambio, las grandes potencias depredadoras, en vez de presidir un debate planetario, una discusión razonada del tema, más bien se apresuran a sumir al mundo en un estado de guerra y apoderarse de las últimas reservas de recursos materiales. |
