Domingo 19 de enero de 2003

 

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  OPINION

EDITORIAL
Aquellos partidos políticos

Uno de los objetivos fundamentales de los partidos políticos es el ejercicio y control del poder. Como organizaciones han sufrido una evolución donde destacan: "el partido de cuadros" para impulsar la revolución y tomar el poder; "el partido de masas" para ganar espacios de representación política y legitimar el cambio social; y "el partido electoral" para administrar y gestionar lo nacional-estatal. Bajo estas formas surgen un cúmulo de combinaciones posibles, sean partidos ideológicamente caracterizados como izquierda, centro o derecha. Sin embargo, lo que une a todos ellos es el desarrollo de una estrategia para obtener el poder político. La vocación de poder les es común. Asimismo, la existencia de los partidos políticos está condicionada por las estructuras sociales y de poder en las que se hayan inmersos. En ocasiones pueden ser declarados legales y en otras, ilegales. Igualmente, las señas de identidad le vienen dada por su necesaria adscripción ideológica. Liberales, conservadores, progresistas, demócrata-cristianos, socialdemócratas, socialistas, comunistas, revolucionarios, ecologistas, feministas o simplemente democráticos.

A principios del siglo XXI y resultado de la refundación neo-oligárquica del orden político, dichos partidos han renunciado a presentar proyectos de sociedad alternativos en beneficio de un programa asentado en los principios del neoliberalismo. Se busca la estabilidad del poder por la vía de acentuar la necesidad de gobernabilidad. El futuro se encuentra diseñado y no caben sorpresas. Los partidos se comportan como correas de transmisión de los principios del orden y la estabilidad política contenida en el ideario neo-oligárquico.

Hoy, los partidos políticos -independientemente de su adscripción ideológica- están obligados a reconvertirse en organizaciones de control social de la población y garantizar la seguridad del Estado, si quieren ejercer el poder en su versión neo-oligárquica. El personalismo y las luchas por hacerse con el control del aparato sustituyen los debates teórico-ideológicos sobre el proyecto. Las grandes corrientes de opinión, tendencias o fracciones internas, expresión de concepciones contrapuestas cuya coexistencia enriquecía los partidos y enfrentaba ideológicamente a sus militantes, dan paso a luchas fratricidas de poder, sin más objetivos que alcanzar la cima del partido para desde allí, controlar la organización. Los partidos han terminado por reorientar su actividad y sus objetivos.

Quizás sea en los partidos de izquierda donde más claramente se puede observar este cambio. La renuncia a construir proyectos de futuro alternativos los ha reducido a ser instancias de queja donde se ponen al descubierto excesos o arbitrariedades cometidas por las diferentes instituciones y aparatos de Estado. Tal vez, sólo tal vez, la izquierda latinoamericana articulada en los partidos políticos ha perdido la vocación de poder y con ello sus señas de identidad en beneficio de llegar a gestionar lo estatal. Recuperar la esencia de los partidos es también una tarea democrática.

PUNTO CRITICO

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