FAMILIA
La familia puede manejar la drogadicción
sin ayuda profesional: ¿sí o no?
Roberto L. DuPont Jr. M.D.
La mejor respuesta es "tal
vez". Aunque no podemos establecer el curso concreto que tomarán
los problemas de drogadicción en una familia, podemos hacer una observación
útil. En las primeras etapas del problema la determinación
de la familia por resolverlo es inestable, y duda entre continuar o retroceder.
Tanto el usuario como la familia pueden encontrarse deseando, de vez en
cuando, que el problema se vaya, se desvanezca como por arte de magia. Aceptan
de mala gana, aunque razonablemente, que el problema no se irá hasta
que el consumo de droga se termine por completo. En lo personal, dado que
en el contexto adecuado la drogadicción puede considerarse como una
enfermedad familiar, creo que debe haber un remedio para ella. Y ese remedio
es la intervención y el tratamiento. Estoy convencido de que la fuerza
energizante y el donador más comprensivo de ese remedio es la familia.
Cuando la familia asume esta labor, la responsabilidad es muy grande.
Si se quiere que el tratamiento tenga resultados duraderos, cada miembro
de la familia debe, como parte de ella evaluar su vida y estar dispuesto
a hacer los ajustes necesarios para que toda la famliia supere ese desorden,
Esto requiere cambio. El hecho de que el cambio es doloroso y toma mucho
tiempo, ayuda a explicar por que el tratamiento y la recuperación
son tan penosos y no tienen un final feliz para todos positivamente. Este
es el lado bueno y amable del cambio.
También existe un lado oscuro. Ya sea que nos guste o no, o que
tengamos la intención o no, existe. A veces puede frustrar, e incluso
nulificar, la acción familiar. Hablamos de la comunicación.
En la etapa en que el consumo de droga se ha declarado, la comunicación
se habrá deteriorado notablemente. Las pasadas alegrías de
la plática familiar se habrán desintegrado o habrán
sido reemplazadas por explosiones vituperativas, gritos, amenazas y silencios
molestos, todos lo suficientemente destructivos para que toda la familia
se vuelva medio loca. Se ha perdido casi por completo la preciosa habilidad
y deseo de platicar y trabajar juntos, esencial para que el tratamiento
tenga éxito. Así, el posible éxito cae víctima
de la comunicación, y las consecuencias se hacen presentes una y
otra vez.
Los adictos que tienen familias deseosas, incluso ansiosas, de enfrentar
unidas los problemas y tratar de resolverlos de manera positiva y abierta,
tienen mayores posibilidades de recuperarse. Si sus familias comunican en
su actitud: "Todos estamos bien, tú eres el del problema",
fallarán. Rehusarse a cambiar actitudes y conductas puede impedir
seriamente la recuperación de toda la familia.
Algunos profesionales de la salud mental se desesperan al tratar de ayudar
a estas familias enfermas. Mi concepto es diferente. Para que la prevención
y el tratamiento tengan éxito se requiere un esfuerzo positivo para
enfocarse en sus puntos fuertes y no en sus debilidades, aunque éstas
deben ignorarse. Cuando surjan (y lo hacen) y parezcan imposibles de superar,
insto a que la familia busque ayuda exterior como la he descrito: otras
familias, la iglesia o un siquiátra. Las barreras para esta ayuda
pocas veces son financieras; más bien los enemigos de esta búsqueda
productiva son el falso orgullo, la vergüenza y ese viejo espectro:
la negación. No importa la resistencia que encuentre la familia,
recuerde que a pesar de que el autoentendimiento y la auto-aceptación
son muy valiosos, sólo son útiles si llevan a una acción
efectiva.
Existe dos prerrequisitos indispensables para el tratamiento: diagnosticar
con precisión la dependencia y establecer el compromiso familiar
de resolver el problema. Estos son los puntos de partida si la familia está
resuelta a la rehabilitación.
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