La justicia penal en Panamá, por lo menos en los más sonados casos de la última década, se parece mucho a una malla de alambre de las que usan los albañiles para colar la arena. Si no cree que es así, observe el siguiente titular aparecido en un periódico local: Dictan cargos contra 39 personas tras incendio. La nota se refiere al fuego ocurrido en el Centro de Cumplimiento de Menores, que dejó como saldo a cinco reclusos muertos.
A medida que transcurren las investigaciones y los defensores de los imputados comienzan a ligar dentro de la esfera penal, uno a uno irán saliendo a la calle los acusados, hasta que al final sólo quedan los hijos de Chana y de Juana. Casi siempre, quienes terminan tras las rejas son los que no han podido contratar un abogado o un buffet de los que cobran jugosos honorarios.
En esa materia parece imperar el adagio populachero que dice -quién fue, yo no fui, fue teté". Casi siempre Teté es un tipo al que le cae como anillo al dedo el refrán -al perro más flaco se le pegan las garrapatas".
Ocurre que en Panamá, el derecho penal se fundamenta más en la retórica, que consiste en convertir lo cierto en falso y lo falso en cierto; que, en una acción legal y moral para desenmascarar y poner tras los barrotes de la prisión a criminales y delincuentes.
Haga la prueba amigo lector, y pregunte dentro de unos meses, cuántos son y quiénes, los que quedan detenidos y tal vez condenados después de la redada masiva anunciada con bombos y platillos, hecha quizá para calmar los ánimos momentáneos de los familiares de los asesinados a mansalva por un sistema carcelario obsoleto y obtuso.