La educación panameña, que experimenta un atraso de más de 30 años en comparación con los sistemas educativos modernos, está moribunda o en cuidados intensivos. Los intereses políticos la hirieron de muerte, pese a que se ha vivido en democracia los últimos 20 años.
La terquedad de los dirigentes magisteriales y los malos manejos administrativos de algunos ministros de Educación de los últimos tiempos ubican al sistema educativo panameño entre los peores de la región.
En nada ayudan a la educación los llamados a huelga, que junto a un sistema curricular desfasado, centros escolares en mal estado y con tecnología extemporánea, se convierten en un virus mortal que impide el desarrollo integral de los más de 600 mil estudiantes panameños.
Se hace necesario que el gobierno de Ricardo Martinelli recupere la política educativa aplicando estrategias novedosas de mejoramiento y actualización de la educación a nivel nacional, como una iniciativa de Estado.
La educación panameña necesita una inyección de fondos, de modernismo y tecnología para situarla a la altura de los sistemas educativos regionales, que marchan a la vanguardia en este capítulo.
Por eso se hace necesario establecer un consenso en materia de conocimiento e ideas, entre los gremios magisteriales y autoridades educativas, en el interés de mejorar la educación nacional en un tiempo perentorio.
Panamá necesita un sistema educativo integral, que permita el desarrollo tecnológico, la formación docente y facilite la incorporación de los estudiantes al mercado laboral al tiempo que frene la deserción escolar y la delincuencia.
Lo anterior no será una realidad mientras los dirigentes magisteriales y gobernantes no renuncien a la politiquería y a los intereses mezquinos, que hoy mantienen a la educación panameña en cuidados intensivos.