La legítima protesta de la etnia Ng�be-Buglé se vio empañaba por la agresión injustificable que sufrió el viceministro Luis Ernesto Carles, cuando se aproximó a dialogar con los manifestantes congregados en el cruce de San Félix.
Cuando se organizan manifestaciones hay que tener el control; un solo evento puede dar al traste con cualquiera reclamación por muy genuina que sea. No había policías en la zona y no era necesario recurrir a la violencia contra un funcionario que llegaba con disposición de dialogar.
Gracias a Dios y a la sensatez de dirigentes comarcales, Carles pudo ser retirado del área con algunos golpes y rasguños, pero con vida.
El incidente revela que en Panamá se está perdiendo la capacidad de diálogo y se recurre a la agresión sin justificación. Pareciera que estamos en una olla de presión y frente al mínimo hecho se explota.
Lo cierto es que se deben revisar los programas gubernamentales hacia las comarcas, donde por décadas esos pueblos han vivido abandonados y con razón se encrespan frente a cualquiera insinuación de quitarle lo único que tienen: sus tierras.
Así también, debe haber una revisión en el modelo de gestión del gobierno y hacer mayor consulta en temas que puedan generar conflicto en sectores de la sociedad. Si bien es cierto que hay una disposición del ser humano a no aceptar los cambios, por la propia dinámica del país hay que hacer ajustes a las legislaciones, pero no se pueden introducir a la cañona. No se trata de nombrar una comisión para todo, sino una mayor consulta e involucrar a los posibles afectados o beneficiarios, para al final lograr una mejor solución.