Bueno, bueno, los partidos políticos son grupos organizados a través de valores (ideologías), programas o políticas de gobierno que buscan el poder para ejecutarlas. Se forman de acuerdo a la situación del país y las reglas de juego existentes. Son por tanto de intereses, principios, o simpatías, constituyendo un reflejo de la composición social.
Por cierto que su membresía se integra de forma abierta o libre, sin otro requisito que la firma, o reglamentada que implica aprobación para un comité de admisión. Y se llega a ello por tradición (la pertenencia generacional), por relaciones de amistad y por objetivos personales (naturaleza e importancia de los beneficios e incentivos individuales o colectivos) o ideológicos.
De paso hay una diferencia entre identificarse con un partido o ser un miembro activo del mismo, ya que en su composición están los dirigentes, los activistas y los simpatizantes con distintos grados de participación pues la inscripción no se traduce en actividad o lealtad partidista.
En nuestro país se ha intensificando últimamente (ante la ausencia de ideología, programas y planes de gobierno de los partidos) una migración interna conocida como transfugio (cambio de camiseta, arribismo, deserción, traición, pancismo o juega vivo), significativo de la falta de una clase, educación y formación políticas.
El transfugio se da adjurando una ideología por otra, cosa que aquí no se da pues no hay tal en ningún partido (ni en los llamados torrijismo y arnulfismo) también por irse de un partido a otro (aquí generalmente de oposición al gobierno, o de otro que no nombra por uno que si puede nombrar). Se trata por tanto de un desconocimiento de los valores en la política (�aquí cuales?), que se hace sin remordimiento, o sea por oportunismo.
Quien se muda de partido es un político mimético que cambia de acuerdo con las circunstancias y ve la política según su beneficio personal o de su entorno inmediato (puestos, contratos).
Pero como la dialéctica hegeliana, puede recomenzar el proceso: me voy del partido perdedor al ganador y si este último pierde retorno como hijo pródigo a mi hogar político original.
Ya ese gran político y pensador pragmático que fue Maquiavelo dijo: un cambio prepara a otro; como hombre practico planteó la necesidad de aprender de la historia, aconsejando no creer en los mercenarios que se cambian al mejor postor.
Henry Thoreau sentenció: Las cosas no cambian, cambiamos nosotros.
Bueno eso es todo por hoy, pero tranquilos que el próximo jueves habrá más.