El nuevo fraude por 8,000 millones de dólares perpetrado por el dueño del Stanford International Bank con la venta de certificados de depósitos con altas tasas de interés improbables, refuerza la necesidad de reforzar los controles bancarios.
El banco tenía clientes en 131 países y sus filiales en Panamá y otros países fueron intervenidas por los Estados para garantizar los depósitos de los cuentahabientes.
Los bancos en Panamá tienen finanzas saludables con operaciones cercanas a los 77 mil millones de dólares y un exceso de liquidez, que en tiempos normales es del 35% y en la actualidad ronda el 60%.
Frente a la crisis mundial, es lógico que se mantenga prudencia al otorgar préstamos. Existe la realidad de una contracción económica y no se pueden autorizar desembolsos a la ligera.
Así mismo, esa prudencia debe ser aplicada por los depositantes al momento de escoger los bancos y sospechar de alguna entidad que ofrezca tasas de retorno más alta que el promedio que se ofrece en el sistema.
Lo sucedido con el Stanford Bank al igual que otros casos como la estafa piramidal del operador de Wall Street, Bernard Maddof cifrada en 50,000 millones de dólares, así como la crisis hipotecaria o suprime, ponen al descubierto que demasiada libertad en las operaciones financieras, no son saludables.
Estados Unidos un país acostumbrado a imponer controles a las operaciones financieras del resto de los países, estaba prácticamente sin ningún control y hoy paga las consecuencias con una crisis económica que más bien parece un barril sin fondo, que devora multimillonarios rescates y no se normaliza la situación.