Sábado 20 de marzo de 1999

 








 

 


MENSAJE
Cinco minutos tarde

Carlos Rey

Se aproximaba la hora fatal. Diez mil pares de ojos se mantenían fijos en las cándidas manecillas de los relojes tradicionales, o en los numeritos luminosos de los nuevos relojes electrónicos. Lenta, pausada, implacablemente, iban pasando los segundos y los minutos.

Se iba a jugar un partido de fútbol en Montevideo, entre los equipos de Sud América y Cerro.

Según el reglamento de fútbol uruguayo, si un equipo no se presenta a jugar a la hora exacta, pierde los puntos. Y faltando sólo cinco minutos, el Sud América no se presentaba a jugar.

En el momento mismo en que los jugadores entraban a la cancha, el juez hizo sonar el silbato. Sud América había perdido los puntos. ¿Cuál había sido la causa del atraso fatal? Simplemente que había una diferencia de cinco minutos entre los relojes de sus dirigentes y los del árbitro. Eso fue suficiente.

Virtud importante es la puntualidad. Mediante esta virtud se mantiene en su sitio el universo, y la tierra mantiene la vida de todos sus habitantes. Si no fuera por esa puntualidad que hay en los cielos y en la tierra, no habría ni verano ni invierno, ni primavera ni otoño, ni siembras ni cosechas, ni nacimientos ni florecimientos ni germinación de semillas, ni lluvias ni sequías, ni nieve ni vientos.

Pero cosa curiosa, en medio de tanta puntualidad que conservan los astros y la tierra y que observan aun los animales salvajes, el ser humano es el único impuntual, el ser que parece andar siempre fuera de tiempo, el único que suele llegar tarde a sus compromisos.

¡Y vea usted qué problemas producen la falta de puntualidad! ¿Qué pasa cuando uno llega tarde al cierre del banco y no puede sacar el dinero que necesita? ¿Qué pasa si uno llega tarde a la partida del avión y pierde un gran negocio? ¿Qué pasa si uno llega tarde al examen médico y el cáncer que le detectan ya es inoperable?

Muchas tragedias humanas se producen por llegar tarde. Pero la tragedia más grande es la de llegar tarde al arrepentimiento, a la reconciliación con Dios. Esa desgracia produce desastre eterno. Y muchos son los que por dejadez, por desidia, por la costumbre de ir dejando todo "para mañana", posponen esa tremenda cita con Dios.

No dejamos para mañana lo que debemos hacer hoy. Hoy mismo, ahora mismo, clamemos a Jesucristo. Todavía nos queda tiempo, pero no indefinidamente...

 

 

 

 

 

CULTURA
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