El Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos y Panamá está como quien dice en tres y dos, por las diferencias existentes entre el Congreso y la Casa Blanca. Aparte de eso hay una carrera contra el tiempo, ya que el 30 de junio vence el plazo que tiene el presidente George Bush para firmar un TLC en forma expedita.
Aunque el TLC con Panamá es el menos controversial de los que tiene pendiente la administración Bush, hay quienes estiman que sus posibilidades de ratificación por parte del Congreso son de apenas el 30%.
Los Demócrata, para su ratificación reclaman que en los acuerdos se incorporen las cinco normativas de la Organización Internacional del Trabajo contra el trabajo infantil, el trabajo esclavo y la discriminación, protecciones al derecho de asociación y de formar un sindicato.
En la práctica, el 95% de los productos panameños exportados a Estados Unidos no pagan aranceles de introducción, gracias a varios programas preferenciales. La ventaja es que el TLC convierte en permanentes esos beneficios. Además, los ingenios panameños podría exportar libre de impuestos casi toda su producción de azúcar a Estados Unidos.
En el otro campo, más del 88% de las exportaciones estadounidenses quedarían libres de impuestos y los aranceles restantes se eliminarían en el curso de 10 años. Para los norteamericanos, la participación de sus empresas en el proyecto de ampliación del Canal, parece ser su principal interés.
En 2005, las exportaciones estadounidenses a Panamá fueron de $2.200 millones y las panameñas al mercado norteamericano alcanzaron la cifra de $300 millones. Ojalá se superen los escollos en el Congreso y para fines de junio se firme el TLC con Estados Unidos.