Jueves 20 de mayo de 1999

 








 

 


FAMILIA
El amor propio y yo

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Ya hay motivos para la esperanza: ninguna adicción es irreparable. Estas son las últimas técnicas médicas y psicológicas que la ciencia ha ideado para ayudar a los drogadictos a decir basta.

Por culpa de la heroína, Simón ha estado tres veces en la cárcel. Y es muy probable que su adicción acabe con él. Hace unos años, estuvo tratándose con metadona. Pudo dejar el caballo, encontrar trabajo y casarse, pero tras casi un lustro de felicidad volvió a probar las drogas y lo perdió todo. ¿Por qué no se desenganchó definitivamente cuando tuvo la opción de hacerlo? ¿Por qué cree que ya no puede volver a intentarlo?

Sencillamente, porque Simón padece una enfermedad, uno de los males más complejos que se conocen, un problema de salud pública en el que convergen múltiples causas, estrategias preventivas y tratamientos: la adicción.

La adicción a las drogas hay que tratarla como cualquier otra enfermedad: comprendiendo que es un proceso bio-psico-social, asegura Simón Brailowsky. La sustancia de los sueños.

Sangre: El abuso de alcohol hace que aumente la resistencia al flujo sanguíneo y puede provocar trastornos en el aparato circulatorio y hemorragias.

Cerebro: Como se modifica la fluidez de las membranas neuronales, el funcionamiento del sistema nervioso queda deteriorado. El alcohol es excitante y sedante a la vez.

Corazón: Se han hecho estudios sobre las bonanzas cardiacas del consumo moderado de vino. En grandes dosis, sin embargo, aumenta el riesgo de sufrir infartos.

Aparato digestivo: Aumenta hasta dieciocho veces el riesgo de contraer cáncer de boca, garganta o esófago. Inhibe la aborción de algunas vitaminas vitales, como la B.

Hígado: Uno de los males más comunes entre los alcohólicos es la cirrosis hepática. Aparecen fibras y nódulos que colapsan el hígado y pueden causar la muerte del paciente.

Sexualidad: Los hombres borrachos pierden la potencia sexual y a las mujeres se les inhibe el deseo. Beber provoca graves desarreglos hormonales y menstruales.

La mayoría de los expertos ha decidido pasar la página de las antiguas creencias y dejar de pensar en los adictos como traficantes, indigentes o personas de voluntad débil responsables de su propio problema. Hoy, ese cliché ha desaparecido definitivamente y nadie duda en tratar la adicción a las drogas como un mal que puede afectar a cualquier y que, por lo tanto, tiene cura.

NO ES FACIL SALIR DEL INFIERNO: LAS RECAIDAS ABUNDAN

Sí, la adicción a un buen número de sustancias puede curarse, y cada vez son más los avances médicos que auguran un prometedor futuro al tratamiento de los que la sufren. Sin embargo, salir del infierno de las drogas no es fácil. Un reciente informe del Departamento de Salud Mental de la Universidad de Harvard (EE.UU.) era categórico: "Las vías de tratamiento son inciertas, y el diagnóstico, difícil; la recuperación suele ser precaria, y las recaídas, frecuentes.

Efectivamente, la sintomatología de la adicción es un asunto controvertido, hasta el extremo de que muchos científicos se niegan a catalogar la dependencia como un proceso clínico clasificable por sí solo. Sin embargo, la Asociación Americana de Psiquiatría se ha atrevido a resumir todos estos patrones en tres grupos de síntomas: pérdida de control o incapacidad objetiva de dejar de consumir una sustancia; tolerancia o necesidad de aumentar las dosis progresivamente , y deterioro o permanencia en el uso incluso cuando está causando irreparables daños físicos, psicológicos y sociales al consumidor. Si usted conoce a alguien en esta situación, se encuentra ante un adicto. Esto es lo que la ciencia puede hacer por él.

En los ambientes profanos a la heroína, ésta está considerada como la más devastadora de todas las drogas. Este derivado de la morfina, descubierto a finales del siglo XIX, tiene la propiedad de fluir hacia el cerebro inmediatamente después de ser inyectado y provocar sensaciones placenteras. Su capacidad de adicción es inmensa y suele enganchar en pocas semanas. El tratamiento de esta drogodependencia pasa inevitablemente por un periodo previo de desintoxicación, que consiste en la supresión del consumo bajo supervisión médica y no requiere hospitalización en todos los casos. El principal problema de esta fase es la lucha contra el síndrome de abstinencia.

"La abstinencia nunca mata, pero es sumamente dura", dice el neurólogo estadounidense Avram Goldstein. Por eso, un buen enfoque del periodo de desintoxicación es vital. Se puede llevar a cabo en régimen abierto, es decir, en hospitales de día donde no se ingresa al paciente las 24 horas. Sin embargo, según Goldstein, "esta opción tiene un alto porcentaje de recaída en el consumo de heroína incluso cuando se trata al adicto con potentes fármacos contra el síndrome de abstinencia".

Otra posibilidad es internar al enfermo en una comunidad terapéutica en régimen cerrado donde se ofrecen programas de desintoxicación combinados con tratamientos de psicoterapia y rehabilitación. El periodo medio de estancia es de seis meses, y su efectividad, alta. Pero presenta varios inconvenientes.

 

 

 


 

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