Lunes 17 de mayo de 1999

 








 

 


"Rostros y nombres", anzuelo para atraer a los consumidores

Mauro García Suárez
Crítica en Línea

En busca de un modo de vida, muchas personas con esfuerzos propios se procuran la cobertura de sus necesidades mediante la autogestión, frente a los altos niveles de desempleo existentes y la falta de trabajo.

Los kioscos se han constituido en fuente de trabajo, para muchos única forma de ingreso familiar, que diseminados en la ciudad, quizás con el ánimo de captar clientela o hacerlos más llamativos, sus propietarios les han dado rostros y nombres.

Es así, como quedan impresas en estas pequeñas estructuras, "rostros y nombres". La Bendición de Dios, Déjeme Vivir, King of Kings (Rey de Reyes), Just One Love (Solo un Amor) y el kiosco Kathiany en el que su dueño fusionó los nombres de sus hijas Kathy y Nairoby, sólo para mencionar algunos.

Pero no todo es color de rosas, algunos se han visto obligados a cerrar, porque no han dado resultado, ya que sus dueños no tienen los recursos para surtirlos y mantenerlos. En otros casos, según se pudo conocer, para no cerrar las puertas a la iniciativa privada que de alguna forma sirve a los que nos ocupan, para paliar la situación crítica, el Municipio les ajusta el pago de los impuestos o les permite los arreglos de pago.

En cada kiosco hay una historia, un afán, un fin, pero todos como autogestión son un modo de vida e ingresos. Alberto Nelson, un hombre joven de 23 años, fue madurando la idea, mientras fungía como buhonero ambulante vendiendo por las calles de la ciudad, prendas, camisas, zapatillas, pantalones, suéteres y cuanta cosa tuviese demanda popular.

Con una concubina y cinco vástagos que mantener, señala que mediante la venta de "hot dog", hamburguesas, frituras, cervezas, sodas y la diaria sopa, le da sólo para el diario y la comida.

Por su parte, Enrique King, que cuenta con una familia de cinco miembros, que llevaba ocho años laborando en una empresa, perdió su empleo por reducción de fuerzas y a la fecha no ha conseguido emplearse.

Por la responsabilidad que tiene como cabeza de familia, manifiesta que agotados todos los esfuerzos para lograr otro trabajo y después de un largo período de diario caminar por las calles de la ciudad y en las empresas de la Zona Libre de Colón, sin resultado, administra el kiosco, que asegura que sólo le da para lo básico.

Sin embargo, en muchos kioscos la situación se torna más difícil, según declaran sus dueños, al negarse la empresa de suministro de energía eléctrica, Elektra Noreste, S.A., a instalarles los medidores que legalicen este servicio.

La falta de energía les limita el movimiento y les impide ofrecer las cosas que usualmente se dan en estas estructuras, como los productos para elaborar los emparedados, sodas y cervezas, por no contar con las condiciones para refrigerarlos.

Como cualquier otro negocio, los kioscos exigen levantarse muy temprano y en ocasiones acostarse muy tarde, para poder sacar el máximo de beneficio.

De igual forma, como otras instalaciones, los kioscos tienen sus críticos, algunos de los cuales consideran que afean la ciudad y otros están en pleno medio de la calle, obstaculizando el paso de peatones y vehículos, pero en síntesis, son un medio de subsistencia para mucha gente de muy limitados recursos, sin ningún ingreso, pero como un hálito de esperanza, tienen rostros y nombres.


 

 

 


 

Los kioscos se han constituido en fuente de trabajo, para muchos única forma de ingreso familiar, que diseminados en la ciudad, quizás con el ánimo de captar clientela o hacerlos más llamativos, sus propietarios les han dado rostros y nombres.

 

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