Con los corazones desgarrados por el dolor, el pueblo de Playa Leona enterró ayer a los jóvenes pescadores Rigoberto y Dagoberto Pérez, abatidos en alta mar el 19 de mayo, por miembros de la Policía, al ser confundidos con narcotraficantes.
Bajo un cielo nublado, a las 10:00 a.m. comenzó el cortejo fúnebre hacia un pequeño templo de techo de zinc de poca altura y las ventanas a medio terminar, lo que aunado a la multitud que se abocó a la ceremonia evangélica, propiciaron un ambiente asfixiante y somnífero que se alimentaba con los llantos agónicos de los dolientes y el sudor que corría por los rostros de los fieles.
La pastora Elba Pérez recordó que los muchachos fueron los primeros en ayudar a tumbar el monte para iniciar la construcción del templo, donde ayer los velaban.
Cuando salieron a la mar se comprometieron traer parte de su pesca para unos misioneros que estarían en el área. "Los peces quedaron ensangrentados", se lamentó la pastora.