Jueves 10 de junio de 1999

 








 

 


MENSAJE
Sesenta sábanas hacia la libertad

Hermano. Pablo
Costa Mesa, California

Fue un trabajo paciente, de hacer nudo tras nudo. Fue un trabajo paciente también, y habilidoso, juntar tantas sábanas, sobre todo en ese lugar tan vigilado. Pero el hombre coleccionó sesenta sábanas e hizo ciento veinte nudos. Y deslizándose por esa cuerda de sábanas, bajó catorce pisos.

Una hora después de su hazaña, Ahmad Shelton, de veintiséis años de edad, llamó por teléfono al periódico "Los Angeles Times" y les dijo : "Gracias por las sábanas. Sirvieron para escaparme. Se las dejé a la policía". Quién sabe como logró conseguirlas del periódico, pero ahora que había escapado, las devolvía.

Cuando lo arrestaron en la sección de investigación de robos y lo detuvieron en la Comisaría de policía de Los Angeles, California, batió un récord mundial. Nunca nadie antes se había escapado de una prisión anudando semejante cantidad de sábanas : ¡nada menos que sesenta ! Y bajó catorce pisos hasta poner los pies en el suelo.

Si bien precisó de sesenta sábanas para conseguir la libertad de aquella prisión, ¿cuántas sábanas más habría necesitado Adhmad Shelton para lograr una libertad absoluta ?.

Para una libertad completa no necesitaría sábanas, pero sí le harían falta por lo menos sesenta páginas de descargos escritos por un buen abogado. Necesitaría sesenta días para pensar bien cómo responderles a los jueces cuando lo volvieran a arrestar. Necesitaría sesenta años para pensar seriamente en los delitos de su vida, o sesenta mil dólares para contratar al mejor abogado que encontrara.

Sin embargo, ni con todo eso encontraría aquel joven la verdadera libertad. Es que la libertad verdadera -libertad de vicios arraigados, libertad de remordimiento de conciencia y libertad de pecados-, sólo se encuentra en el perdón de Cristo.

Podría pasar sesenta años haciendo penitencia, o seiscientos años vagando como alma en pena, o convertido en un fantasma que habita en castillos medievales. Podría derramar sesenta litros de lágrimas, o flagelarse sesenta veces con sesenta escorpiones, pero con todo eso no lograría la libertad del delito del alma, que es el pecado.

Estar libre de una cárcel de piedra y cemento, de celdas y rejas, de guardias y jueces, no es libertad. Se puede estar fuera de una cárcel y ser el reo más prisionero del mundo. La prisión más cerrada que existe es la del pecado. Y de ésa solo Cristo nos libra. Sesenta sábanas darán libertad de alguna celda, pero sólo Cristo da libertad del pecado. El quiere ser nuestro libertador.

 

 

 

 

FARANDULA
Esa gente ...

 

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