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"Mariela
Sagel debe renunciar"
""Según
el estilo impuesto por la dictadura militar, los funcionarios
no se deben al público, sino al mandamás de turno"
Carlos Guevara
Mann
Colaborador
En los regímenes
democráticos, el ejercicio de funciones públicas
se considera un servicio a la comunidad, no una prebenda que
se crea en beneficio de un privilegiado.
Cuando el funcionario no sirve a la comunidad, cuando es negligente
o patrocina irregularidades, la ciudadanía demanda su
salida. El funcionario, a su vez, renuncia inmediatamente, porque
se lo exige la cultura de responsabilidad que sostiene el sistema
político.
En Panamá la cosa es diferente. Según el estilo
impuesto por la dictadura militar, los funcionarios no se deben
al público, sino al mandamás de turno. Que incumplan
sus funciones carece de importancia, porque no existe una cultura
política que, por responsabilidad a la ciudadanía,
los obligue a renunciar.
El caso de Mariela Sagel ilustra los inconvenientes de esta
práctica. Como lo ha sugerido la legisladora Mariela Jiménez,
ningún mérito político tenía Mariela
Sagel para que el presidente la designara en el Ministerio de
Gobierno y Justicia, principal cargo del gabinete (El Panamá
América, 11 de junio de 1999).
De lo que sí podía hacer gala esta ciudadana
era de amistad con el presidente y una inclinación claramente
autoritaria. Además, es miembro del Papa Egoró,
partido al que el presidente, por objetivos electoreros, deseaba
incorporar formalmente a la coalición oficialista. A ello
obedeció, en septiembre pasado, el nombramiento de Mariela
Sagel.
Las lamentables consecuencias del personalismo presidencial
se manifestaron al poco tiempo. El 9 de diciembre de 1998, agentes
antidisturbios de la Policía Nacional tomaron por asalto
la sede de la Universidad de Panamá, acción violatoria
de la Constitución y la ley, que consagran la autonomía
universitaria.
Profunda y generalizada indignación produjo ese incidente.
Pero Mariela Sagel, quien por ser ministra de Gobierno es responsable
de las actuaciones de la Policía, no renunció.
El 17 de marzo de 1999, Mariela Sagel presentó en la
Asamblea la propuesta para crear la Sala Quinta, cuyo único
objetivo es garantizarle al actual presidente una conveniente
mayoría en la Corte Suprema de Justicia. En abril pasado
la ministra acusó a los medios de información de
amenazar, con sus notas periodísticas, los "procesos
democráticos" (El Panamá América, 30
de mayo; La Prensa, 21 de abril).
Cuando, a finales de mayo, se denunció la ocupación
de parte del territorio nacional por insurgentes colombianos,
la ministra indicó inicialmente que las quejas no eran
"más que una exageración de la realidad''.
El 2 de junio dejó plantada a la comitiva de funcionarios,
legisladores y periodistas que debían acompañarla
en un viaje de inspección a Kuna Yala (La Prensa, 27 de
mayo; El Panamá América, 6 de junio).
Cuando Enrique Garrido pidió su renuncia por el mal
manejo que ha dado al asunto fronterizo, Mariela Sagel replicó
altaneramente: "El legislador Garrido puede pedirme lo que
quiera, que no se lo voy a dar" (La Prensa, 4 de junio de
1999).
A lo anterior se agregan ahora las denuncias de la socióloga
y catedrática universitaria, Enriqueta Davis, quien se
desempeñó hasta hace unos días como asesora
del Ministerio de Gobierno y Justicia:
"Graves denuncias de corrupción, malos manejos
administrativos, libertades ilegales y violación de derechos
humanos de los reclusos en los que se vincula a la ministra de
Gobierno y Justicia, Mariela Sagel, fueron formuladas ayer por
su exasesora Enriqueta Davis, quien pidió al Ministerio
Público una investigación de oficio sobre las irregularidades",
informó, el 11 de junio, El Panamá América.
Lejos de enfrentar con responsabilidad las denuncias planteadas,
Mariela Sagel ha pretendido desviar la atención del meollo
del asunto. Su respuesta poco sensata a este último escándalo
ha sido optar por referirse a las supuestas "traiciones"
y "afán de protagonismo" de Enriqueta Davis.
Ya esto es demasiado. Por dignidad y responsabilidad, Mariela
Sagel debe renunciar.
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