MENSAJE
Vasijas
de barro
Hermano Pablo,
Costa Mesa, California
Vasijas
grandes que colgaban de los dos extremos de un palo que él
sostenía sobre los hombros. Una de las vasijas tenía
una rajadura; la otra estaba en perfectas condiciones.
Esta última siempre llegaba llena de agua, mientras
que la rajada llegaba medio vacía. Eso ocurrió
día tras día durante dos años. El pobre
criado nunca llegaba con más de vasija y media de agua
a la casa de su amo.
Desde luego, la vasija que estaba en perfectas condiciones
se sentía orgullosa de sus logros, contenta porque cumplía
a cabalidad con su razón de ser. En cambio, la vasija
defectuosa se sentía avergonzada por su imperfección,
deprimida por no poder llegar sino a la mitad del objetivo para
el que había sido creada.
Al cabo de esos dos años en que se había considerado
un rotundo fracaso, la vasija imperfecta, al llegar a la orilla
del arroyo, le dijo al criado que la llevaba :
-¡Qué vergüenza la mía ! ¡Cuánto
lo siento !
-¿Y eso por qué? -le preguntó el criado-.
¿Por qué te sientes avergonzada?
-Porque durante estos dos años no he podido llegar con
más de media porción de agua por esta maldita rajadura
que me obliga a derramar la mitad a la orilla del mar. Por mi
culpa no puedes aprovechar plenamente cada viaje.
El criado se compadeció de la vasija rajada, y con
ternura le dijo:
-De regreso a la casa del amo, quiero que te fijes en las
hermosas plantas de lindas flores que están creciendo
a la orilla del camino.
En efecto, mientras subían la cuesta, la triste vasija
se dio cuenta de que el sol brillaba sobre las flores silvestres
a la orilla del camino, y esto sirvió para animarla un
poco. No obstante, al fin del camino volvió a sentirse
mal por haber derramado la mitad del agua que llevaba, y de nuevo
le pidió disculpas al criado.
-¿No te diste cuenta de que sólo había
flores en el lado del camino que te corresponde a ti ? -le preguntó
el criado-.
El otro lado se ve desnudo. Yo siempre he estado consciente
de tu defecto, pero he ido sacándole provecho. Por el
lado tuyo del camino sembré semillas de plantas que dan
hermosas flores, y todos los días al volver al arroyo,
tú las has ido regando. Ya llevo dos años de estar
recogiendo estas hermosas flores para adornar la mesa de mi amo.
Si no hubiera sido porque eres exactamente como eres, él
no habría podido disfrutar de la belleza y del perfume
de esas flores.
Esta fábula nos recuerda el refrán que dice:
"Tenemos este tesoro en vasijas de barro". El refrán
procede de la pluma de San Pablo, que luego explica cómo
el poder de Dios se perfecciona en nuestra debilidad humana.
"Por eso me regocijo en mis debilidades -concluye Pablo-;
porque cuando soy débil, entonces soy fuerte".2
Lo cierto es que todos, como vasijas de barro que somos, tenemos
defectos. Pero si se lo permitimos, el Señor le sacará
provecho a esas imperfecciones, y con ellas adornará y
perfumará la casa de nuestro Padre celestial.
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