ABRACADABRA
Respuesta
a Mariela Sagel(II)
"'Intocables'
son más bien los que, habiendo causado perjuicios
incalculables a la Nación, permanecen impunes gracias
al tráfico de
influencias".
Carlos Guevara Mann
Colaborador
Consideraré
hoy la relación entre política y libertad de expresión.
Las reflexiones están inspiradas por la carta que me envió
la ministra de Gobierno, publicada aquí el martes 29 de
junio.
Antes, sin embargo, debo aclarar un punto. Como Mariela Sagel
no comparte la visión universalista del papel de la ciudadanía
en el sostenimiento del sistema democrático, intenta reducir
mis argumentos a mi supuesto "ensañamiento"
en su contra. En ese afán infructuoso, la ministra dice
esperar y confiar que ese pretendido "ensañamiento"
no se fundamente en su condición de mujer.
Para todos los lectores es obvio que si me animara algún
sentimiento discriminatorio por razones de género, no
hubiese elogiado aquí, como lo he hecho en innumerables
ocasiones, las valiosas contribuciones que a la sociedad panameña
hacen mujeres como Brittmarie Janson Pérez, Betty Brannan
Jaén, Maribel Cuervo de Paredes, Delia Cárdenas,
Elsie Alvarado de Ricord, Nelly Broce de Figueroa y Rosario Arias
de Galindo, entre otras.
Sobre todo, no hubiese apoyado con determinación y
entusiasmo, desde hace mucho tiempo (no de dos meses para acá,
como algunos advenedizos), la candidatura de Mireya Moscoso,
en el entendimiento de que constituía la opción
más conducente al afianzamiento del régimen democrático,
que es mi principal preocupación.
Entremos ahora en materia. Sugiere la ministra que mis juicios
sobre su desempeño son equivocados, porque se sustentan
en la cobertura periodística de su gestión, que
en su concepto ha sido tergiversada por los medios.
Me remite al artículo que La Prensa le publicó
el 6 de mayo, en que comenta el estudio dirigido por Florisabel
Rodríguez, politóloga costarricense. En una de
sus partes, dicho estudio afirma: "la falta de objetividad
de los medios de comunicación se convierte en amenaza
para los procesos democráticos."
Leí el artículo de Mariela Sagel, titulado "Los
intocables versus la 'rofiona'", el mismo día que
se publicó. Me quedó la extraña sensación
de que allí se argumentaba que la libertad de expresión
socava las bases del régimen político. Es ése
el mismo argumento que emplean los tiranos para restringir el
ejercicio de las libertades que por naturaleza corresponden a
los ciudadanos.
En ese momento evité comentar el artículo de
la ministra porque me pareció incorrecto hacerlo sin haber
leído antes la referida monografía. En el contexto
de lo que manifiesta la ministra en su carta del 16 de junio,
sin embargo, sí deseo aludir a "Los intocables"
para subrayar que, aún cuando no hay duda de que los medios
de comunicación pueden cometer abusos, de mucho mayores
consecuencias para el bienestar de la comunidad son las arbitrariedades
que cometen los gobiernos.
Rechazo, además, el uso del adjetivo "intocables"
para calificar a los periodistas. Amenazados por las inaceptables
"leyes mordaza", que se emplean para silenciar y perseguir
a los críticos del gobierno, no son precisamente los periodistas
quienes gozan de impunidad. "Intocables" son más
bien los que, habiendo causado perjuicios incalculables a la
Nación, permanecen impunes gracias al tráfico de
influencias.
Por otro lado, en países como el nuestro, donde el
régimen político ha degenerado en un autoritarismo
con delgado barniz "democrático", para consumo
extranjero, y donde un ejecutivo avasallador impide a las instituciones
democráticas cumplir su función esencial de garantizar
las libertades de los asociados, los medios constituyen uno de
los pocos vehículos funcionales para salvaguardar los
derechos humanos.
Estas reflexiones sustentan la importancia de la libertad
de expresión.
Están fundamentadas no en los estudios de Florisabel
Rodríguez (cuya obra de ninguna manera menosprecio), sino
en las ideas de Locke, Montesquieu, Rousseau, Kant, Tocqueville,
Constant, Guizot, Mill, Weber, Dahl, Sartori y otros autores
de prestigio universal.
Muy provechoso le sería a la ministra familiarizarse
con ellos. Ya que no parece dispuesta a aceptar la sugerencia
de renunciar, la oportunidad no le faltará cuando, en
59 días, le corresponda abandonar su alto cargo.
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