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Lunes 5 de julio de 1999


MENSAJE
"Tu pecado te alcanzar�"

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Hermano Pablo
Costa Mesa, California

La misma advertencia lo hab�a perseguido desde ni�o. Se la hab�a hecho su piadosa madre. La hab�a escuchado de labios de sus maestros. La hab�a visto escrita en textos en la casa. La hab�a escuchado de cl�rigos. Y la hab�a le�do en la Biblia.

La advertencia era �sta: "Tu pecado te alcanzar�". Fue una advertencia dada en el Antiguo Testamento, en el Libro de los N�meros. Pero V�ctor Valtari, joven de 22 a�os de edad, no acat� la advertencia.

Asalt� a una mujer, le rob� la cartera, y al guardar la pistola en el bolsillo, el arma se dispar�. La bala le entr� por la ingle y le caus� una herida mortal. El pecado lo hab�a alcanzado, y esto cuando apenas comenzaba la vida.

Hoy en d�a est� de moda hacer caso omiso de las advertencias. La gente moderna se encoge de hombros ante lo que la Biblia dice y lo que Dios prohibe. Hay una especie de indiferencia que m�s parece cinismo, un cinismo ofensivo y a la vez suicida.

Hace alg�n tiempo un grupo activista homosexual hizo una declaraci�n p�blica que fue publicada en varios diarios del mundo. "No nos importa morir de SIDA si el SIDA nos azota por practicar el amor". Era una declaraci�n c�nica y burlesca, un infernal concepto del amor.

No obstante, hay una ley inexorable, la ley de la cosecha. Nadie puede eludirla. El que siembra vientos recoge tempestades (Oseas 8:7), y el que siembra rebeld�a cosecha, en una forma u otra, la muerte.

La frase: "Todos los delincuentes son detenidos en la �ltima frontera" es muy cierta. Esa frontera es la muerte. Un malhechor puede eludir la justicia durante toda su vida, y sin embargo su pecado junto con su castigo lo esperan en el d�a final. No hay escapatoria posible.

De modo que no hay por qu� vivir en fechor�as y malandanzas. No se saca ninguna, felicidad verdadera del delito. No se gana nada con el enga�o. S�lo la vida en el bien trae felicidad sana y duradera.

El pecado siempre alcanza al pecador. Es por eso que debemos recibir a Cristo como Salvador y Maestro. S�lo as� quebramos la fatalidad de la ley, y s�lo as� empezamos a sembrar para cosechar un futuro victorioso.

 

 

 

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