Las revelaciones hechas por la presidenta de la Corte Suprema de Justicia, Graciela Dixon, sobre el comportamiento de unos de sus colegas hacen ver al Organo Judicial como un patio limoso, donde las diferencias se resuelven a los puños.
Ya no son solos los fallos controversiales, los magistrados que llegan mediante una cuestionada selección o la mora judicial, donde los casos de los poderosos se resuelven a la velocidad de la luz y los de los pobres diablos duermen en los archivos del Palacio de Justicia. Hoy el escándalo es que los hombres de leyes resuelven sus cosquillas a los golpes.
No hay que preguntar porqué la justicia tiene tan mala imagen. Por sus hechos los conoceréis. Ahora no se puede culpar a los medios de comunicación, de armar campañas para afectar la imagen de la Corte. Del propio seno del máximo tribunal salen las confesiones de lo que sucede en el pleno, cuando los nueve magistrados se reúnen para dictar sus fallos, pero el salón se transforma en tinglado.
Por más comisiones que se nombren para resolver la crisis de la justicia, no habrá soluciones, porque el problema no son las leyes, sino los hombres.
Cada cierto tiempo, los encargados de impartir justicia nos sorprenden con un nuevo escándalo. En cualquier momento las controversias con otros Organos del Estado, las acusaciones mutuas, la falta de tolerancia y las fiestas con stripper, se quedarán chiquitas frente a un próximo hecho insólito que nadie duda que pueda producirse en el antiguo edificio que albergó al Hospital Gorgas.