Las historias de los que viajaban a Coiba décadas atrás eran de espanto, crueldad, cautiverio y tristeza.
Hoy, el cuento es otro, Coiba se ha convertido en la esperanza de los pescadores que viven de la riqueza de sus aguas, preservadas como Patrimonio Mundial de la Humanidad.
Y es que el pasado 17 de julio se cumplieron cuatro años de que esta isla, la mayor del Pacífico panameño, se ganara esta distinción y de que se iniciara el lento, pero provechoso proceso de conservar la riqueza marina de estas aguas.
Para Gabriela Etchelecu, directora de la Fundación Mar Viva, estos cuatro años han sido de beneficios, en lo que a toma de conciencia se refiere, por parte de los pescadores artesanales, quienes poco a poco se han dado cuenta del beneficio directo que representa preservar las áreas marinas para la repoblación de especies en las que se sustenta su trabajo.
TAREAS POR HACER
De acuerdo con Etchelecu, aún faltan tareas por cumplir para lograr todo el reconocimiento como Patrimonio de la Humanidad, que entre las más apremiantes están: la puesta en práctica del plan de manejo de la isla, que ya está en su etapa final y solo debe publicarse en Gaceta Oficial para ponerlo en práctica, y la creación del plan para manejar las áreas Especiales de protección Marina.
En todo este proceso, la Fundación Mar viva ha jugado un papel especial y es que a través de esta ONG, las 14 comunidades pesqueras que circundan Coiba han logrado cambiar el concepto de que el proyecto de Coiba no es un obstáculo para su trabajo, muy por el contrario se han aliado a él. Incluso, según Etchelecu, se han convertido en custodios de las aguas, interponiendo denuncias ante las autoridades de las naves que irrumpen ilegalmente en las áreas custodiadas.
Entre los proyectos que ha llevado a cabo Mar Viva están insertar a estas comunidades en el desarrollo sustentable a través de capacitaciones con la finalidad de que puedan desarrollar empresas ligadas al turismo, como la formación de guías turísticos, y otras actividades, a fin de conservar la belleza de estas áreas.
UNA TAREA DIFICIL: GANADO EN SOLTURA
Uno de los retos más apremiantes a los que se enfrentan las autoridades es la evacuación de unas 2,500 reses en soltura, que están causando un daño irreparable a la riquísima biodiversidad de la isla.