Jueves 23 de julio de 1998

 








 

 

MENSAJE
Salvados por Fuego

Hermano Pablo
Costa Mesa, Califonia

D
on Juan era un anciano de setenta y cuatro años que participó cuando joven en la guerra del Paraguay. El gobierno lo encargó de un trabajo de medición poco tiempo después de la campaña del general Roca contra los indios. Como el trabajo era peligroso, uno de lo jefes expedicionarios le envió quince soldados aptos para medir la tierra y para defenderse del enemigo.

Los veinte que componían el convoy de carreteras y animales trabajaban de día. Para dormir más tranquilos, de noche hacían campamento rodeados por las carretas unidas con lazos. Se suponía que al centinela lo mantendría despierto el peligro de un ataque sorpresivo.

Una noche los indios les cayeron en número crecido, pero en lugar de atropellarlos, se contentaron con incendiar el pajonal. No demoraron las llamas en alumbrar aquel sitio. Los soldados temblaban de miedo. ¡Estaban a punto de morir asados!

De pronto don Juan recordó la laguna donde el día anterior les habían dado a beber a los animales. Dio la voz, y sus hombres se echaron a correr. Impulsados por el calor que les picoteaba el cuerpo, llegaron en tropel al agua luminosa y se tiraron de cabeza. Al ver llegar las llamaradas, se sumergieron para evitar quemarse la cara. Pero pronto se dieron cuenta de que las llamaradas se demorarían en su paso por la laguna, y que la única defensa que les quedaba era zambullirse una y otra vez, conteniendo el aliento hasta sentirse reventar o hasta sentir que el fuego se alejaba.

Al amanecer salieron del agua, colorados como flamencos y sin embargo tiritando de frío. Con todo, no podían dejar de reírse al pensar que el fuego encendido para su muerte los había salvado al ahuyentar a los indios.

¡Por algo será que a este cuento el popular autor argentino Ricardo Guiraldes le pone por título "Puchero de soldao"! 1 Aunque no sea tan evidente, también nosotros los casados tenemos a un enemigo que nos amenaza con fuego. Ese enemigo es Satanás, y el fuego es del de las malas pasiones, que conducen al adulterio. No dejemos que el fuego consuma nuestro matrimonio; más bien, pidámosle a Dios que nos ayude a apagar las llamaradas de las malas pasiones 2 con el agua protectora de ese ser amado a quien le juramos lealtad para toda la vida. Así, al igual que don Juan y sus hombres, veremos la frustración de los planes del enemigo. Porque ese fuego que ha encendido para matar nuestro matrimonio no nos consumirá, sino que nos salvará, pues hará que nos acerquemos a nuestro cónyuge y con eso alejará de nosotros a Satanás, el enemigo de nuestra felicidad conyugal.

1 Ricardo Guirales, Cuentos de muerte y de sangre (Buenos Aires: Editorial Losada, 1978), pp. 31-33. 2 Ro 7:5-6; Col 1:21, 2T 2:22

 

 

 

 

 

CULTURA
Victorio, en la cúspide de su carrera.

 

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