Sábado 1 de agosto de 1998

 








 

 

MENSAJE
Al fin un poco de conciencia

Hermano Pablo
Costa Mesa, Califonia

F
ue un tiro en la espalda -un tiro que no era necesario, que no fue provocado, que no hacía falta-, un tiro que disparó Rancer Benson, de 18 años de edad, contra Ashley Johnson, una criatura de sólo 5 años. El niño murió, y a Rancer Benson lo metieron en la cárcel. Al día siguiente Benson salió en libertad bajo fianza.

Al salir de la cárcel lo primero que hizo fue ir a su casa, cargar el mismo revólver que había usado contra el pequeño Johnson, y dispararse un tiro en la cabeza. Murió inmediatamente. Sus familiares, sus parientes y sus amigos llegaron todos a la misma conclusión: "Por fin este mostró un poco de conciencia".

¿Qué calamidad es necesaria para que despierte la conciencia de algunas personas? Benson, joven que desde los 10 años de edad anduvo en todo lo malo en que se puede andar cuando no hay un hogar que lo sujete -robos, narcotráfico, violaciones, asaltos-, tuvo que matar sin razón para que al fin despertara su conciencia dormida. ¿Qué desastre se requiere para que en algunos se produzca ese despertamiento de conciencia?

La conciencia es esa voz interior que a veces acusa, a veces aprueba. Dios la puso en el alma humana para que fuera un faro interior, una especie de semáforo que enciende luces rojas o verdes, según el caso.

Pero la sola conciencia humana no es más que una placa sensible que acusa según lo que se le ha enseñado. Ella, por sí sola, no sabría escoger entre el bien y el mal. La conciencia tiene que ser educada, enseñada, iluminada. Aparte de eso, la conciencia puede además endurecerse. La conciencia de un delincuente maduro en el delito, sirve de poco. Ya no acusa, y si dice algo es para aprobar el mal cometido.

La única conciencia fiel, es la conciencia que ha sido sometido al señorío de Cristo. Cuando Cristo es nuestro Maestro, Dueño y Señor, nuestra conciencia entonces reacciona conforme al corazón de Dios. Esa es la conciencia que necesitamos. Sólo una conciencia así, merece nuestra confianza. Si Cristo no es nuestro Señor, nuestra conciencia es mala guía. Para que nuestra conciencia sea perfecta, necesitamos sentarnos a los pies de Jesucristo, y hacer nuestras sus enseñanzas.

 

 

 

 

 


 

CULTURA
Corín Tellado galardonada con Medalla Oro al Mérito en Trabajo.

 

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