EDITORIAL
Alvaro Uribe
El mandatario colombiano Alvaro Uribe tomó ayer posesión de su cargo. La guerrilla lo bautizó con una ola de atentados en sus narices, que ya cobró al menos 13 muertos. La jornada inicial revela la magnitud de los desafíos que le esperan.
El hombre que prometió mano dura contra la insurgencia, ayer cambió el tono y dijo estar dispuesto a buscar la paz, bajo la mediación de organismos internacionales.
Uribe, aprovechando la luna de miel que le conceden los pueblos a todos los presidentes en sus primeros tres meses de gestión, presentó una serie de reformas al Congreso, que busca reducirlo en casi 100 curules y contempla despojar de su investidura a todo legislador que se ausente a 10 sesiones del pleno o de las comisiones.
Otra causal de revocatoria sería el incurrir en tráfico de gobierno y solicitar auxilios económicos, que no es otra cosa que las llamadas partidas circuitales.
Las cosas pintan difíciles para Uribe. La guerra contra las FARC será dura y como disidente del Partido Liberal, tendrá que enfrentar a congresistas que se resisten a renunciar a sus prebendas.
Algunos comentan que Uribe no podrá hacer muchos milagros. A Colombia se le conoce como la capital del secuestro, es uno de los países donde se registra constantes actos de terrorismo, existe una tasa de desempleo que se ubica en el 16 por ciento y casi el 60 por ciento de la población vive por debajo de la línea de pobreza.
El mandatario de 50 años y estudiado en Harvard, deberá tener mucho apoyo popular para poner en marcha sus planes.
En lo que respecta a Panamá, lo que suceda en Colombia nos afecta. El conflicto armado de la nación vecina ha provocado que muchos colombianos emigren a territorio panameño. Ha venido gente buena, pero también mala, que utiliza nuestro país como puente para operaciones de tráfico de armas, narcotráfico y lavado de dinero.
De calentarse el conflicto, sería mayor el ingreso de desplazados colombianos a través de la frontera con Darién y Puerto Obaldía.
Ojalá que Colombia pueda retomar la paz y ojalá también que algunas de las medidas propuestas por Uribe para reducir la corrupción legislativa, se imiten en Panamá.
Desde hace meses hay un proyecto para reducir los beneficios que reciben los legisladores panameños, pero éstos no viven en sintonía con los tiempos actuales. Se resisten a renunciar a ellos y el Ejecutivo, no hace nada para acabar con las prebendas.
PUNTO CRITICO |
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