El enfrentamiento entre obreros de la construcción que ayer cobró la vida de un trabajador, es un hecho lamentable. La violencia no debe ser la vía para dirimir las diferencias, porque entramos en un camino sin retorno.
Los sindicalistas deben ser dirigentes con ideas firmes, pero sin irrespetar a los demás; el arma debe ser el debate, no las piedras ni el plomo.
Lo sucedido ayer en el proyecto de la autopista Madden-Colón crea un mal precedente y las autoridades no deben tolerar ese tipo de actuaciones, porque entramos en un sendero peligroso.
Ya hay un muerto y heridos de por medio. Ya no se trata de sindicato rojo o sindicato amarillo. Hablamos de la vida de un obrero que se pierde por la intolerancia; de un hogar que pierde al hombre que llevaba el sustento a una familia.
Al mismo tiempo, la Fuerza Pública debió contemplar que ese enfrentamiento era previsible y con una mayor vigilancia se pudo haber evitado una tragedia. Los uniformados están para garantizar la vida, honra y bienes de la población, no para cruzarse de brazos.
Los dirigentes sindicales deben entender que las poses de siete machos no son válidas en la sociedad moderna, porque a la postre sólo traen resultados que todos lamentamos. Ya hay un obrero muerto del bando de un sindicato y habrá uno preso por ese crimen. �Cuál fue la ganancia para el sindicalismo tras ese comportamiento salvaje? �Nada, todos pierden!
Lo prudente es llamar a la cordura y que ojalá hechos como los registrados esta semana en el proyecto que desarrolla la empresa Odebrecht, no vuelvan a repetirse.